Hay días que busco en mis archivos cosas que he escrito en algún momento y quedaron ahí, cuando no se me ocurre nada nuevo las leo y puede que las publique. Esta es una de esas..

Sin título

Es importante tener en cuenta que el tiempo se desplaza lento, pero también inexorable. Que esa franja que llamamos vida y nos ocupa en existir se va modificando permanentemente, que va inclinando la balanza hacia la muerte desde el primer día y que rara vez tomamos conciencia de ello, hasta que estamos tan cerca que comenzamos a conversar con ella tuteándola y esa familiaridad nos la representa un poco menos trágica. La estrecha comprensión que tenemos de la vida se debe a que nada ni nadie nos prepara para que la vivamos y que la vida no es lo suficientemente larga para que podamos aprenderlo todo de ella. Llegamos al mundo sin pedirlo y nos cargan con las costumbres, las ideas, los errores, los complejos, las frustraciones, los deseos, pero lo más terrible es que nos lo hacen con total ingenuidad, con la más absoluta inocencia y luego, con lo que queda, cada uno hace lo que puede de sí mismo. Esto resulta en un principio bastante complicado ya que debemos primero aprender para luego corregir lo aprendido y eso nos roba una parte importante de nuestra vida. De todos modos algunos nos preguntamos en un instante determinado por que hemos vivido, muchos intentar obviar la cuestión, pero otros hacen una crítica honesta (crítica en el estricto sentido de la palabra). No me resultan relevantes las posibles conclusiones a las que se pueda arribar, pero si es fundamental tener conciencia de la razón, de la volición ejercida surgente de la libertad que se haya conquistado a través de esa misma volición, determinada por los aspectos morales e intelectuales. Que el aprendizaje cognitivo nos permita saber por qué nos hemos esforzado, estudiado, trabajado, reproducido, amado, respirado o por todo concepto, existido. Si hemos tenido éxito en nuestra empresa del vivir solo cada uno lo sabe, la propia conciencia será la jueza que dará el veredicto, no es significativo lo que piensen los demás. Nunca será suficiente, pero tampoco será paupérrima, si la balanza no se inclina totalmente hacia la desidia y el absurdo. Cada uno sabrá en que deberá mejorar, con el tiempo que le quede, para que su vida tenga algún sentido, no esperen el instante final, salvo que nada les importe, lo irónico será que la muerte es una puerta hacia la nada, sin importar lo que se crea antes de cruzarla…


Poema: "Déjame"

Déjame decirte lo que siento, aunque no lo haga con palabras,
permíteme ser como soy, aunque no te agrade y te duela.
Quiero volar como un cóndor y jugar entre las nubes soberbio,
observar la distancia y pensarla pequeña, aunque me supere.
Mi horizonte es el sol y deseo gozarlo como un abrazo cálido,
como el abrazo cálido del amor que dejará heridas en mi alma,
que sangraran toda mi vida.
Déjame huir de ti y de mí, escapar del inevitable y ruin destino,
disfrutar mis desgarradas vestiduras como piel de una serpiente.
Renacer en cada esquina, imaginando lo imposible y absurdo,
conocer el dolor, el miedo, la desesperación, la soledad.
El placer de la conquista y la decepción del fracaso seguro,
el engaño que creeré y sufriré, la verdad que me lastimará más,
la que no quiero escuchar de ti.
Déjame perderme en el vicio y en mis malas compañías de ruta,
elegir yo lo que creo correcto, a pesar de tus buenas intenciones.
Ya tuvimos nuestro tiempo y juro que fui muy feliz a tu lado,
espero tenerte siempre a junto a mí, aunque estemos separados,
imposible es olvidar tu amor, me es imposible dejar de amarte,
aunque encuentre otros amores, serán diferentes al nuestro, 
porque eres mi primer amor, madre…



Novela: "La muerte espera en altamar”


PRIMERA PARTE:    El Dr. Paruolo”


Acababa de servirme un whisky cuando sonó mi celular, antes de responder deseé que fuera una promoción o algo parecido, no estaba de humor para charlar con nadie, pero al contestar me responde una vos femenina.
— ¿Sr. Relats?
— ¿quién habla?
—La secretaria del doctor Jose Luis Paruolo, aguarde por favor, le paso.
El Dr. Paruolo es un abogado a quien conozco debido a mi trabajo como investigador, que ejerzo para sobrevivir desde que me retiré de los Servicios de Inteligencia (S.I.D.E.), por razones personales. En varias oportunidades hemos combinado nuestro trabajo, yo lo recomiendo a mis clientes, generalmente personas adineradas engañadas por su cónyuge y él me retribuye con una comisión de sus honorarios. El Dr. es un hombre fino, de buenos modales, de 1,85 cm de altura, delgado y con su cabeza totalmente rapada, de unos 60 y pico de años. Curiosamente y a pesar de mi trabajo, nunca se me ocurrió investigarlo, hace cinco años que lo conozco, pero en realidad no conozco nada de su vida y menos de su pasado, algún día tendré que ocuparme de ello.
­­­—Hola Relats, lo llamo porque necesito de sus servicios.
—Dígame doctor, ¿en qué le puedo ser útil?
—Necesito que me haga unas averiguaciones sobre un señor llamado Fernando Iglesias Medici.
—No hay inconveniente, ¿que desea saber? 
—Todo lo que pueda averiguar.
— ¿Para cuándo necesita esta información?
—Es indispensable que sea antes  del viernes.
—Pero hoy es martes, no sé si podré darle un informe completo.
—Es muy importante, quiero que se dedique exclusivamente a esto y estoy dispuesto a duplicarle sus honorarios.
El  doctor no se distinguía precisamente por su generosidad, cosa que me despertó cierta curiosidad.
— ¿Puedo preguntar el motivo?
—Es simplemente porque me ha llamado para requerir mis servicios y como siempre, quiero saber con quién estoy tratando.
Esto me resultó más extraño, ya que si bien ya había hecho este tipo de trabajo para el doctor, normalmente era después de que fuera contratado, no antes y mucho menos con tanta urgencia.
—Veré que puedo hacer doctor.
—El viernes por la mañana lo espero por mi estudio, buenas tardes.
De inmediato me conecté con Hugo, un amigo hacker, el mejor, con el cual trabajo desde hace más de 25 años, para investigar sobre el tal Fernando Iglesias Medici y resultó más fácil de lo que esperaba, en unas horas recibí el informe en mi correo electrónico. “Informe de Fernando Iglesias Medici. Nació en Oliveros-Santa Fe, pueblo que prácticamente era de su padre, un terrateniente bastante adinerado y con relaciones políticas fuertes, fundamentalmente durante la dictadura militar de 1976 al 81. Si bien Don Fernando era joven, en ese lapso tenía 22/27 años, ya era bastante conocido y no de la mejor manera, según pude comprobar por registros de periódicos de la zona, en el año 78 se lo vinculó con un homicidio y violación, fue sospechoso e investigado, pero nunca le probaron nada. Luego del fallecimiento de su padre en 1990 se trasladó a la Capital Federal, al barrio La Recoleta, donde se frecuentaba muy a menudo con María Julia Alsogaray, recientemente designada interventora de la empresa estatal de teléfonos Entel. También tenía una relación estrecha con Carlos Saúl Menem. Fue denunciado por un legislador como una suerte de líder mafioso, con protección política y judicial, en este momento Fernando Iglesias Medici se hizo apenas conocido para el público en general, aunque su identidad era desconocida en gran medida, la acusación principal contra él era que sus empresas de transporte, logística y seguridad eran utilizadas para ocultar tráfico de drogas, armas y lavado de dinero. La acusación no tuvo curso, Iglesias Medici paso nuevamente al anonimato. En esos años se casó conMaría Eugenia Fernández Vallido y al poco tiempo volvió a los medios, pero con poca difusión, por la supuesta venta de varias de sus empresas al Grupo Exxel por un valor de 605 millones de dólares en el año 95. Desde entonces poco y nada se sabe de él, salvo que vive en un enorme piso en Av. Del Libertador  o en una mansión en el country Tortugas de Pilar y que viaja frecuentemente al exterior”. (El tipo era un magnate nacional, por algo me sonaba su nombre).
Con esta información me presenté el viernes a las 9 hs en el estudio del Dr. Paruolo, quien me recibió expectante.
— ¿Cómo esta Relats, pudo cumplir con su tarea?
—Muy bien, gracias. Acá le dejo todo lo que pude averiguar —le entregue el informe—. No es mucho, pero debido al tiempo con que conté, espero le sirva de algo.
Lo leyó de inmediato inexpresivamente.
—Seguro que me sirve —me entregó un cheque que tenía preparado—. Tengo que pedirle otro favor.
—Dígame.
—Esta noche estoy invitado al yate del Sr. Iglesias Medici y como mi esposa no me puede acompañar, ya que tengo invitación para dos personas, me gustaría que me acompañe, puede serme muy útil.
—Me sorprende y no tenía planes de ir a un yate esta noche.
—No solo esta noche, el viaje durará dos días aproximadamente, creo que lo va a disfrutar y además, por supuesto le abonaré sus honorarios de igual forma por ese tiempo.
—No sé, no tengo hábito en ese ambiente.
—No se preocupe, es totalmente informal, puede ir como quiera.
—Realmente…—dejé expuesta mi duda.
—Por favor, aproveche, a las 20 hs lo pasa a buscar un auto.
Sinceramente me agradaba la idea, jamás estuve en un yate de lujo, pero mi temor era no encajar demasiado bien. Percibiendo mi duda, concluyó.
—Vamos hombre, no lo dude más, quedamos a las 20 hs. —acepté con un gesto positivo con mi cabeza, estrechamos las manos y me retiré.



SEGUNDA PARTE:    La recepción”

Al retirarme del Estudio del doctor me apresuré para hacer efectivo el cheque, ya que no me sobraba dinero y luego fui a mi departamento a prepararme, tenía varias cositas que arreglar y pensar.
A las 20 hs. en punto sonó el portero eléctrico.
—Si!!!
—Sr. Relats, el remís que envió el Dr. Paruolo.
—Perfecto, enseguida bajo.
Tomé un pequeño bolso que había preparado con algunas prendas y bajé. Al subir al remís le pregunte al chofer cual era nuestro destino y gentilmente me contesto.
—Al Yacht Club Puerto Madero, en el dique IV Sr.
Cuando llegamos llevo mi mano al bolsillo, pero el chofer me detiene con un gesto de su mano.
—Ya me han abonado Sr., buenas noches.
Entré en un lugar imponente, me dirigí a la recepción y pregunté por el Sr. Fernando Iglesias Medici, me preguntaron quién era y no supe que decir, por suerte en ese instante ingreso el Dr. Paruolo quien le dijo que venía con él y dio su nombre. La empleada constató en una planilla y nos indicó que descendiéramos al segundo nivel, al salón Pampero. Este salón era soberbio, enorme, como para mil personas,

cuenta una vista panorámica de Puerto Madero. Un espacio muy luminoso y de gran amplitud, una larga ventana horizontal que mira a la ciudad, con acceso directo a la Terraza, un lugar para permanecer casi navegando. En el centro había unas mesas como para 20 comensales donde se encontraban tres personas charlando, al acercarnos se adelanta un señor con chaqueta blanca de capitán y bermudas (parecía el capitán de “El crucero del amor”). Sonriendo se dirigió al Dr. Paruolo.

—Dr. Paruolo supongo, soy Fernando Iglesias Medici, pero por favor llámeme Fernando o Frad, si lo prefiere, no soy amigo de las formalidades.

—Encantado Sr…Fernando, mi asistente el Sr. Javier Relats.

—Un placer Sr. Relats.

—Igualmente y por favor, llámeme Javier o Javi, si lo prefiere.

No estoy seguro si fue apropiada mi acotación, pero pretendí estar en su misma sintonía. El tal Frad era un hombre de talla mediana sin rasgos distintivos, de unos 60 años, pero sus ojos eran profundos y oscuros, pequeños y penetrantes, presentí cierta malicia, tal vez influenciado por el informe.

—Por favor vengan, quiero presentarles a mi mejor amigo y su esposa, pero primero disculpen la amplitud vacía del salón, suelen dividirlo para eventos tan íntimos, pero no me gusta compartir con extraños, por más que este separado, por lo que decidí reservarlo por completo.

Nos llevó junto a las dos personas con las que estaba charlando antes de nuestro arribo. El hombre era de estatura media, también de unos 60 años, aunque su aspecto era más juvenil y su vestimenta algo extravagante, un traje negro con camisa salmón, con una chalina al tono, un enorme reloj, con pulseras y anillos de oro. La mujer era atractiva, pero evidentemente más modesta en su vestir y “tuneado”.

—Les presento a mi gran amigo Osvaldo Ferry a quien pueden llamar Ova y a su esposa Elva Duarte, a quien pueden llamar Elva —sonrió irónicamente.

Luego con un movimiento de su mano, indicando que se acerquen pero ordenándolo, dirigida a dos personas que estaban sentadas en unos sillones, bastante alejados, hizo que estas se aproximen al grupo. Cuando se acercaron note de inmediato que el hombre era alguien muy clásico, de unos 50 años, con un fino traje gris rayado, camisa blanca y corbata azul, de 1,77 cm, delgado, de rostro serio. La dama era delgada, de cabello castaño y con un vestido de fiesta plateado muy entallado, pero su rostro era inexpresivo, su mirada parecía perdida, aparentaba ser algo más joven.

—Les presento a mi socio Thierry Leonel Blason y a su esposa Patricia Mussa, a quien le agrada que la llamen Pato, el Dr. Paruolo y el Sr. Relats —girando su cuerpo nos señalo a una mujer que estaba recostada sobre un sillón, en el otro extremo—. Aquella es mi esposa María Eugenia Fernández Vallido y pueden llamarla como quieran.

En cada palabra o gesto, aunque lo disfrazara de simpático, se advertía cierto grado dictatorial, como del que está acostumbrado a que se haga lo que ordena sin oposición alguna. Acorde con la información que había obtenido de él, me resultaba un personaje oscuro, sin muchos escrúpulos y peligroso, pero por ahora era solo una sensación.

—Creo que estamos todos, bueno falta mi concuñado como de costumbre, pero ya llegará.

En ese momento abrió sus brazos invitándonos a la mesa, su esposa se acercó desganada e indiferente, si bien se notaba lo caro de su vestimenta, no la pretendía lucir, era como que no le importaba la ocasión, era delgada, de buen físico y bastante bonita, pero su rostro y sus ojos aparentaban cansancio o quizás amargura. Inmediatamente ingresó un camarero que sirvió las copas de champagne, la mesa estaba repleta de caviar, hasta de manera excesiva, con tostadas y galletas finas y crocantes, también había recipientes con cebollas finamente cortadas, rodajas de limón, huevo y crema agria. Cuando todos tuvimos nuestras copas llenas, Frad alzó la suya diciendo.

—Brindo por esta pequeña incursión en altamar que haremos y espero sea algo que no olviden fácilmente —todos alzamos las copas y brindamos—. Sírvanse cuanto gusten y de la manera que más les plazca, este es el aperitivo, en el yate nos aguarda la cena.

Aproveche para comer bastante caviar, no me es frecuente poder hacerlo, pero lo hice como según dicen los entendidos, suavemente con la cuchara para que no se rompan los huevitos y sin ningún agregado. Hasta este momento no había podido imaginar siquiera la personalidad de los demás, todos actuaban como marionetas cuyos hilos respondían a la voluntad de Frad ¿Por qué Frad?, no tengo idea a que idioma responde, si pertenece a algún idioma. Cuando aparentemente estábamos por dirigirnos al yate llegó el último invitado y Frad exclamó.

—Por fin, no pierdes el hábito de ser impuntual, señores Paruolo y Relats, les presento a mi concuñado desgraciadamente, Ricardo Aschero.

El concuñado lo observó con antipatía pero instantáneamente sonrió, sin poder disimular su sentimiento a mi atención, su sonrisa fue vaga y falsa, parecía que recién se levantaba de dormir. Su aspecto era algo informal y descuidado, de altura media, cuerpo atlético y de unos 45 años. Nos saludo al pasar con la mano en alto y se aproximo a María Eugenia, susurrándole algo al oído que nadie pudo escuchar. Aproveché ocultamente para googlear con mi celular la palabra Frad y aprendí que Fernando es un nombre de origen germánico (Frad-nand) y significa: “El que se atreve con todo”, bastante apropiado me resultó. Frad nos invitó a seguirlo hasta el yate, era el más grande y bello en el amarradero, enorme, de unos 50 m de eslora y una manga de unos 9 o 10 m.




TERCERA PARTE: “En el yate


Por fin nos embarcamos y pude apreciar la elegancia en el diseño del yate, ni bien se ingresa por la popa hay un solárium con mesas y bar, continúa con un salón de recepción que era como todo mi departamento, con sistema de audio y video, decorado todo en fina madera con ventanales que cubrían los laterales, tres sillones para cuatro personas cada uno en cuero blanco formando una “C” en el centro, con A/C. En este punto Frad nos invitó a sentarnos para presentarnos a la tripulación, la cual estaba formada en un lateral e informarnos cuales eran las comodidades y el camarote que le correspondía a cada uno.
—Bueno Ladies and gentlemen, estamos en mi querido Samurái One, el orgullo del astillero español Astondoa, espero lo disfruten. Les presento a la tripulación, el segundo Capitán  el Sr. Juan Carlos Littmann; el Sr. Carlos de la Fuente es el marinero, un viejo lobo de mar; la Srta. Stella Maris es la auxiliar, a quien podrán solicitar cualquier cosa que deseen y la más importante de la tripulación, la Sra. Gladys Velázquez, ella es quien nos alimentará exquisitamente les aseguro. Bueno ahora las comodidades, contamos con 5 camarotes, uno principal que es el mío y 4 VIP, 2 con cama queen y 2 con camas separadas, con H-FI, caja de seguridad, vestidor, baño completo, escritorio y A/C, además los dos salones cuentan con baño. Hay otro salón como este, junto al comedor en la cubierta principal y arriba, en la toldilla, hay un gran jacuzzi con solárium. Les recuerdo que yo soy el primer capitán de este barco —sonrió orgulloso.
A continuación entregó las llaves de cada camarote, por lo que le dio una a cada matrimonio, una a su concuñado y la última para Paruolo y yo, inevitablemente tendré que compartir el camarote con el doctor, no todo podía ser perfecto.
—Ubíquense por favor y en 15 minutos nos reunimos en el salón comedor para cenar en la otra cubierta, la Srta. Stella Maris les indicará donde se encuentra cada camarote, hasta luego.
A continuación del salón estaban los camarotes, cuando entramos al nuestro nos miramos con el doctor, era un gran habitación lujosamente decorada, con ventanales que daban una vista magnífica. Nos turnamos para ir al baño, que era más grande que el de mi departamento, mucho más grande.
—Bueno doctor, puede elegir la cama que prefiera —le comenté irónicamente.
—Me da igual, le pido algo Relats, esté muy atento a todo por favor y averigüe quienes son los tales Ferry, Blason y Aschero ni bien pueda, principalmente Ferry y Blason.
—Descuide doctor, ese es mi trabajo y me comunicaré con mi colaborador.
—No sabía que tenía un asistente.
—Pues lo tengo y prefiero llamarlo colaborador.
— ¿Puedo saber quién es?
—Alguien de mi absoluta confianza, doctor —miré la puerta del camarote, dejando claro que no pensaba dar su nombre.
—Ok, vayamos al comedor —dijo el doctor.
En ese instante el yate comienza a desplazarse, nuestro viaje ha comenzado, entonces comprendí que no sabía adónde íbamos.
— ¿Ud. Sabe hacia dónde nos dirigimos doctor?
—Como dijo  el Sr. Medici a alta mar, pero no habló de un destino específico.
En el comedor se encontraba el Sr. Aschero conversando con María Eugenia en un lado de la mesa ovalada que era para doce comensales, en el extremo estaban Ferry y Duarte. El doctor y yo nos sentamos en el otro lado, ingresaron Blason y Mussa y se sentaron cerca de Aschero, solo faltaba Frad que no se hizo esperar y se sentó en el otro extremo. En la mesa había varias fuentes con langostinos, ostras, trufas, jamón, quesos, distintos tipos de pan y recipientes con salsas, yo aproveche a comer unas trufas ya que nunca las había probado y me resultaron como una buena vaina de vainilla. La conversación fue bastante limitada, había en el ambiente cierta frialdad, nadie sonreía ni intentaba comenzar un diálogo, mi sensación fue que eso era privilegio exclusivo de Frad y en esta oportunidad no estaba de ánimo para conversar. Luego la Srta. Stella Maris, que oficiaba de asistente de la cocinera, nos sirvió el plato principal que era como un vaso invertido de color rosado con pequeñas manchas verdes, rojas y amarillas, sobre unas grandes hojas verdes salpicadas de marrón. Cuando empecé a comer me di cuenta que era pescado y gracias a lo dicho por  Frad, supe lo estaba comiendo, que era muy rico.
—Me encanta este plato que tan bien prepara Gladys, tartar de trucha con alcaparras, brotes y arúgula.
Parecía que nadie me prestaba atención, por lo que me dedique a leer la etiqueta del vino “Chateau-Chalon del año 1973”, tenía pinta de muy caro, no sabía que un vino duraba tantos años. Me sentí como inexistente para los demás, hasta que de pronto María Eugenia me miró y directamente me preguntó.
—Sr. Relats, podría decirnos cuál es el motivo de su presencia —el doctor Paruolo se anticipo a mi respuesta.
—El Sr. Relats es mi colaborador y difícilmente realice una gestión de negocios sin su presencia.
—Por lo que pude apreciar, el Sr. Relats es muy reservado y observador —dijo ella.
—Precisamente estimada señora —acotó Paruolo con una sonrisa amable.
Luego de comer el postre nos sirvieron café, fue entonces que Frad se incorporó.
—Pueden servirse lo que deseen en el bar, el Dr. Paruolo y yo estaremos en el puente, tenemos que charlar en privado mientras tomamos un coñac, ¿me acompaña doctor?
Se retiraron, yo que no tenía mucha idea de que conversar con esta gente, me dirigí al bar a servirme un whisky, el resto se quedó en la mesa. Me hubiese gustado irme a mi camarote, pero el doctor me pidió que estuviese atento, por lo que volví a sentarme a la mesa e intenté una conversación. Todavía me sentía algo molesto por la pregunta de María Eugenia, la cual me había parecido algo peyorativa, pero disimulé mi disgusto. María Eugenia y Ricardo seguía hablando en secreto, sin reparar en los demás, Ricardo parecía algo nervioso, en cambio Osvaldo Ferry y su esposa comenzaron a sonreír en complicidad y Elva me preguntó.
—Sr. Relats, aparentemente su trabajo es importante para el Dr.
—Creo que el Dr. sería la persona más adecuada para definir eso.
—Por supuesto, disculpe, pero tengo cierta curiosidad sobre el negocio que tiene Frad con el Dr. ¿podría Ud. darnos alguna información?, si no es un secreto lógicamente —sonrió sínicamente.
—Lamento no poder satisfacer su curiosidad, no estoy al tanto aun.
En ese instante se levantó Blason y con tono seco dijo: “nos retiramos a nuestro camarote, buenas noches”, inmediatamente se levantó su esposa quien solo dijo buenas noches y se marcharon. Volví a observar al concuñado de Frad quien parecía discutir, muy disimuladamente con M.E., dirigí entonces mi mirada hacia el matrimonio amigo y me animé a preguntar algo.
—Sr. Ferry ¿Puedo preguntarle desde cuando es amigo del Frad?
—Si, por favor!!!, pero no sea tan formal conmigo, puede llamarme Ova, Javier, si me lo permite.
—Por supuesto Ova.
—Se puede decir que de toda la vida, éramos muy jóvenes, somos del mismo pueblo, Oliveros, un pueblito de Santa Fe.
—Ah!, así que Ud. y Frad son oriundos de Oliveros, que casualidad, conocí a una persona que también era de ese pueblo, pero no recuerdo ahora su nombre, ni bien lo recuerde se lo mencionaré, tal vez la conozca.
—En Oliveros no éramos demasiados, por lo que es muy probable que la conozca, dígame su nombre cuando lo recuerde.
—Así lo haré, bueno ya es bastante tarde para mí, creo mejor que me retire a mi camarote, ha sido un placer, buenas noches a todos —solo Ova y Elva me respondieron, Ricardo y M.E. seguían en su mundo.
Ya en mi camarote le envié un mensaje a mi hacker Hugo, con los nombres de los tres que estaba interesado el Dr. solicitándole información, luego observé por la ventana el rio, las luces de Buenos Aires habían desaparecido. Era la una de la mañana y el Dr. no regresaba, decidí acostarme y pronto me dormí.
La luz del amanecer comenzó a penetrar en la habitación, eran las 6 de la mañana, el doctor dormía en su cama, continué durmiendo. A las 9 hs. Un ruido me despertó, era el doctor acicalándose en el baño, creo que de todos modos me hubiese despertado ya que duermo habitualmente 8 hs. Paruolo salió del baño.
—Buenos días Relats, ¿durmió bien?
—Buenos días doctor, si muy bien y por lo visto algo más que Ud.
—Seguro, cuando llegué estaba profundamente dormido, yo rara vez duermo más de 6 hs., si ya se levanta lo espero para ir a desayunar.
—En pocos minutos estoy listo.
Mientras nos dirigíamos al salón comedor le comenté.
—Parece que estuvo interesante la charla con Frad anoche.
—Es cierto, estuvimos hasta bastante tarde, mientras tomábamos el coñac me comentó la razón por la que quiso que viniese, la cual se la diré a Ud. más tarde.
En el comedor se encontraban Blason y Pato charlando con Frad.
—Buenos días doctor, Javier —dijo Frad, Blason inclinó su cabeza y Pato sonrió.
La auxiliar Srta. Stella Maris nos pregunto que deseábamos.
—Un café con una medialuna y jugo de naranja, por favor —pidió el doctor y yo pedí lo mismo.
Se sumaron al salón Ova y Elva, quienes también hicieron su pedido a Stella Maris.
—Espero que todos hayan descansado bien —dijo Frad—. Estamos a punto de llegar a alta mar, contamos con equipo de pesca, de buceo y una moto de agua, pueden utilizar lo que deseen, lo único que les pido es que sean cuidadosos y no intenten hacer solos lo que no saben hacer. Carlos puede ayudarlos en lo que elijan, pero sométanse a sus recomendaciones, no es un tipo de soportar demasiadas imprudencias, por decirlo de una manera suave, pero lo prefiero así, me brinda tranquilidad y garantías. Les recomiendo no desobedecerlo, para los menos intrépidos hay un parque acuático en la cubierta superior, diviértanse.
M.E. y Ricardo no aparecieron, supongo seguirán durmiendo. El doctor era amante del buceo, según comentó, por lo que se fue en búsqueda de Carlos para equiparse, yo preferí ir al parque a tomar sol, también eligieron esta opción Ova y Blason, mientras que Elva y Pato quisieron nadar, por lo que tuvieron que esperar a que Carlos terminara con Paruolo, ya que no les permitió arrojarse al agua antes de que él las pudiera vigilar. No conforme con solo esto, Carlos preparó la moto de agua por cualquier eventualidad y se quedó con unas patas de rana y snorkel en la popa, donde les había hecho zambullirse a los tres. Estando vestido no parecía tan atlético, pero en malla y sus 180 cm, a pesar de sus casi 50 años, su figura fuerte demostraba a un hombre acostumbrado a la dura vida en el mar, probablemente forjadora de su carácter. Por un instante pensé como era empleado de Frad y recordé la mirada de respeto que Frad le otorgó cuando nos lo presentó ¿Cómo se habrán conocido?



Cuarta parte:    “En altamar”

El día era perfecto, el sol a pleno, el mar tranquilo como una pileta. Mientras tomaba sol Ova trató de iniciar una conversación vulgar, comentando trivialidades, pero rápidamente volvió a interrogarme.
—Pudo hablar con el doctor, me refiero con respecto al asunto que tiene con Frad.
—Mire Ova, le seré totalmente honesto, no tuve oportunidad de charlar con Paruolo, pero si así hubiese sido, solo si él me lo sugiriera, comentaría sus asuntos, espero sepa entender.
—Por supuesto, es que es raro que Frad no me haya comentado nada, siempre lo hace y también es raro que contrate a un abogado fuera de su círculo.
—Que quiere decir con “fuera de su círculo”.
—Bueno, él tiene muchos abogados conocidos. Un hombre de su posición, empresario, millonario, necesariamente los tiene.
—Realmente no puedo responder, supongo que Frad tendrá sus motivos.
—Seguro, pero eso no hace que deje de interesarme.
— ¿A qué se dedica Ud. Ova?
—Tengo una empresa de transportes hoy solamente, tuve varias en otros tiempos.
Sinceramente Ova tenía razón al estar “inquieto”, no era totalmente lógico que Frad contratase a un abogado desconocido, teniendo seguramente a varios conocidos ¿Cuál sería el motivo? Blason no participó de la conversación, pero estoy seguro que comparte la inquietud de Ova, busqué un justificativo para retirarme.
—Bajaré a tomar algo.
—Acá tiene un bar –dijo Ova.
—Prefiero salir un poco del sol, como verán mi color no es el de Uds., no estoy acostumbrado a estar tanto tiempo, voy al bar del salón, con su permiso.
—Como guste Javier –dijo Ova sonriendo.
Cuando bajé me metí en mi camarote, quería saber si mi hacker tenía novedades y también saber algo más, era hora que averiguase más de la vida del Dr. Paruolo.
—Hola Hugo, habla Javier ¿Cómo estás, alguna novedad sobre lo que te pedí?
—Hola Javi, si tengo algo, te lo paso por mail a tu correo.
—Ok, quiero que me averigües sobre alguien más, el doctor Jose Luis Paruolo.
—Bueno, se está engordando tu cuenta.
—Quédate tranquilo que ni bien regrese te la saldo, o alguna vez te dejé colgado.
—Pero hijo de mil, si me garpas todo lo que te he hecho en los últimos 20 años, tengo asegurado mi retiro…jajajaja.
—Tampoco la pavada, quieres arruinarme, bueno negro mándame lo que averigües ni bien puedas, nos vemos a mi regreso, abrazo.
—Ok, abrazo loco de mierda.
Abrí mi correo en búsqueda del mail y lo leí: “Informe de Thierry Leonel Blason. Nacido en 1965 en Inglaterra, su padre era ingeniero y se encontraba trabajando en ese país aquellos años. A los 8 años viajo con su familia a Buenos Aires, hijo único, estudio derecho en UBA pero no terminó la carrera. Su familia era de clase media alta. Figuró como titular en varias empresas que se suponían de Fernando Iglesias Medici, evidentemente es un testaferro de Medici. Su primera esposa falleció en un accidente de tránsito, se casó en segundas nupcias con Patricia Mussa en el 2008. Puede interesarte este dato, su padre vivió un tiempo en Oliveros, entre el 78 y 85. Informe de Osvaldo Ferry. Nació en Oliveros, el mismo año que Medici 1955, fueron a la misma escuela, pero tampoco siguió una carrera terciaria. Fue uno de los sospechosos investigados, junto con Medici, de una violación seguida de muerte en el año 78, pero igual que Medici quedó libre por falta de pruebas. En el 82 viajó a España y permaneció allí por 10 años, volvió a la Argentina en el 92, pero siempre estuvo relacionado a Medici, también es uno de sus testaferros, aunque la mayoría de las empresas Medici las vendió en el 95, que estaban a nombre de Blason y Ferry, estos siguen figurando como titulares de una de comunicaciones “Telenort” y otra de transportes “Transcarg” respectivamente. Esta separado de su esposa Graciela Hernández y vive en pareja con Elva Duarte desde el 2000. La empresa de transporte transcarg está en la mira de la nueva Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA), pero desde hace bastante tiempo ha sido investigada por la Federal. Informe de Ricardo Aschero. De este tipo no pude averiguar casi nada, nació en CABA en 1971, no tengo registros de estudios ni trabajos. Se casó con María Emilia Fernández Vallido en el 98, la hermana menor de María Eugenia. Según pude averiguar la familia Fernández Vallido no estaba muy feliz con el casamiento, el tipo aparentemente era un don nadie, pero embarazó a María Emilia y con el casamiento pasó a gozar en parte de la fortuna de Medici, por intermedio de María Eugenia. Los Fernández Vallido mantienen solamente el apellido, porque en los 90 quedaron en la quiebra, muchos comentaron que el casamiento de María Eugenia y Fernando fue aceptado por ellos para recuperar el nivel económico de otros tiempos. El dato curioso es que María Eugenia utiliza a Aschero como nexo para hacer llegar el dinero a su familia, ya que con su hermana hace rato que no se habla y no sé por qué razón nunca visita a sus padres, aunque se comunica rara vez por teléfono. Lamento no poder darte más información”.
Evidentemente aquí están todos relacionados de una forma u otra, parece una novela barata de la tarde. El único que no encaja es Paruolo, por ahora, y eso me tiene algo preocupado, más aún por no saber que pretende Frad del doctor y el poco interés del doctor en contarme lo que charló anoche con Frad, no voy a saber nada hasta que hable con el doctor. Por otro lado todavía no entiendo que hago acá ¿Por qué Paruolo quiso que viniera?, no me trago que su esposa no pudiera venir.
Cuando salí del camarote me crucé con Ricardo, quien aparentemente recién se levantaba.
—Buenos días —sonreí—. Sr. Aschero.
—Buenos días señor…Disculpe, no recuerdo su nombre —me respondió.
—Javier Relats —le recordé.
—Ah, sí sí, soy un poco distraído, perdóneme —me dijo apoyándose su mano sobre la frente—. Voy a intentar tomar un café antes que los otros almuercen, permiso.
—Vaya Ud. —pensé, bastante poco comunicativo el tipo.
Me dirigí a la popa y me encontré con Carlos que seguía pendiente de las señoras, las cuales tomaban un poco de sol y volvían a zambullirse en el mar. Le pregunté por el doctor y me respondió que ya había salido del agua. Empecé a recorrer el yate para encontrarlo y por ley de Murphy se encontraba en el último lugar que busqué, el puente. Estaba charlando muy alegremente con Frad cuando ingresé, pero inmediatamente dejaron de reír y me miraron.
—Perdón, con su permiso.
—Que desea Sr. Relats —dijo Paruolo algo molesto.
—Nada en realidad doctor, solo que no lo veo desde hace horas y quise ubicarlo
—No tiene nada porque preocuparse Javier—dijo Frad sonriendo.
—Disculpen, me retiro. Me gustaría ni bien este libre, charlar con Ud. doctor.
—Por supuesto Sr. Relats, más tarde lo haremos.
No sé a ciencia cierta cuál era mi sensación, pero había algo que no me cerraba entre Frad y Paruolo, parecían conocerse o actuaban como si así fuera en el puente.
Como no había almorzado fui a la cocina para ver que podía comer, antes de ingresar me topé con Stella Maris, quien me pregunto que deseaba.
—Tengo hambre y quería saber cuando íbamos a almorzar.
—Dígame que desea y se lo alcanzaré donde Ud. disponga. No habrá reunión en el comedor porque cada uno pidió comer donde se encontraba. El Sr. Ferry solicitó langosta termidor  y el Sr. Blason sándwich de miga debajo de la toldilla; las Sras. Duarte y Mussa unos canapé y frutas en popa; el Sr. Medici y el Dr. Paruolo una picada en el puente; la Sra. María Eugenia en su camarote. Solo faltan el Sr. Aschero y Ud. —Paso Carlos ingresando en la cocina—. Y el Capitán Littmann y ahora el Sr. Carlos almorzarán en la cocina.
—Bueno, yo me conformo con un sándwich de jamón crudo en pan francés, con manteca y una cerveza, en mi camarote por favor.
—Como Ud. guste señor, se lo alcanzo en unos minutos.
—Muy amable Stella.
La joven auxiliar era muy bonita, simpática y bien dispuesta en sus tareas. Un contraste muy fuerte con respecto al resto, exceptuando al capitán Littmann y Gladys, con quienes no tuve oportunidad de intercambiar palabra. Era la única hasta ahora, que parecía no tener nada que ocultar. A los pocos minutos de estar en mi camarote, golpea la puerta Stella, al hacerla ingresar, lo hace portando una bandeja con mi pedido.
—Muchas gracias Stella —y cuando se retiraba le dije—. Perdón, ¿podría hacerle una pregunta?
—Si claro, dígame.
— ¿Desde cuándo trabaja para el Sr. Medici?
—Desde que compró el yate, hace dos años Sr., cuando contrató a la Sra. Gladys, fue ella quien me recomendó.
—Gracias nuevamente Stella.
Comí mi sándwich y bebí mi cerveza, luego me tiré a dormir una pequeña siesta. El movimiento constante del yate me cansaba un poco, a pesar de que el mar estaba en plena calma. Cuando desperté el sol estaba en el horizonte, me incorporé y salí del camarote, antes revisé mi celular para ver si tenía alguna novedad, pero no había nada. En la proa encontré al Dr. Paruolo, estaba solo observando el mar, aproveché entonces para preguntarle por la charla que había tenido con Frad y que pretendía de él. Me miró sonriente.
—Sr. Relats, lamento decepcionar su expectativa, el motivo no es tan importante como supusimos, simplemente quiere modificar su testamento, admito que yo esperaba algo más interesante, pero bueno es lo que tenemos, por lo que le recomiendo disfrute de su estadía ya sin más precauciones. Mañana estaremos en Buenos Aires y recordaremos este viaje como un paseo especial, nada más que eso —. Volvió a observar al horizonte en el mar.
Honestamente no me convenció el doctor, mi instinto me decía que había algo que no estaba bien. Probablemente mi trabajo de investigador me ha hecho más desconfiado de lo común, es que uno ve tanta miseria en la gente en mi trabajo, que es difícil ver el mundo de un modo normal y si sumamos que mi instinto es prácticamente infalible, me resulta imposible no prestarle atención a los mensajes que percibo de mis sensaciones. De todos modos decidí distenderme y disfrutar de lo que quedaba del viaje, es agradable dejar de pensar en todo, pero solo lo logro cuando no estoy trabajando y nunca por completo.
Las sombras comenzaron a ganar terreno y pronto nos envolvió la oscuridad. El yate lucia sus luces sin dejar de ser un punto minúsculo en la inmensidad del océano Atlántico. Debo reconocer que sentí mi pequeñez, que toda la vanidad, el lujo y el poder que creíamos tener eran insignificantes ante tanta majestuosidad, inmensa, indomable. Fui extraído de mis pensamientos por el llamado en la puerta del camarote, era Stella Maris que me informaba el horario de la cena.
—Sr. Relats, la cena es a la 21 hs. en el salón comedor.
—Gracias Stella.
Miré mi reloj y eran la 20,30 hs., me di una ducha y fui al comedor. Estaban todos dispuestos como la primera cena, la única diferencia es que también estaba el Capitán Littmann, a quien no le conocía la voz aun.
—Bienvenido Javier —dijo Frad sonriente.
Miré mi reloj y eran las 21,10 hs. y pensé que repulsivamente obedientes eran todos a los pedidos de Frad, con excepción de Aschero, quien creo no lo hacía por irreverente, era más bien por despistado e informal.
—Gracias Frad —respondí con sonrisa irónica—. Que agrado que nos acompañe el Capitán Littmann a cenar.
—No se ilusione demasiado —me respondió Frad—. El segundo capitán, le recuerdo —sonrió—. No acostumbra a hablar, en realidad no habla muy bien nuestro idioma, aunque entiende bastante bien. Nosotros lo llamamos Juan Carlos, pero en verdad es la traducción, el se llama Johann Karl y evidentemente es alemán.
—Ahora entiendo porque no conocía el tono de su voz —sonreí.
—Bueno, les informo que a la madrugada iniciaremos el retorno a Bs. As., espero que el retorno sea tan agradable como lo ha sido todo hasta ahora. Jose Luis, si no está cansado, me gustaría ajustar algunos detalles con Ud.
—Por supuesto Sr. Medici, no tengo inconveniente.
 Ambos se retiraron y me quedé pensando que era la primera vez que Frad lo llamaba por el nombre al doctor. No es que esto sea extraño en Frad, pero a mí me llamo Javier desde un principio y esto me daba dos posibilidades, una es que le costó más con el doctor y mantuvo cierta distancia o la otra es que nunca hubo esa distancia y solo la aparentaba. Hay veces que me molesta estar pendiente de esos detalles, pero suelen serme útiles finalmente.


Acá se produce una bifurcación, si continúan tendrán una historia y también pueden saltar a la segunda versión que sigue después del final de la primera y es totalmente distinta.



Quinta parte:   “Naufragio y retorno”

Luego de cenar todos se retiraron a sus camarotes, creo que después de un día completo en un yate estábamos todos bastante cansados, por lo que yo hice lo mismo. A las 3 de la mañana me pareció escuchar un ruido lejano, como el de un motor pequeño, en ese momento me percaté que me había tirado en la cama sin siquiera desvestirme, pero antes de hacerlo quise tomar un poco del buen whisky de Frad, me incorporé y fui al bar. Acababa de servirme cuando sentí una terrible explosión que me dejo aturdido, parecía que el yate había saltado del agua, inmediatamente comenzó a inclinarse. Me desplacé desesperado, atravesando el salón, como pude hacia la popa y comprobé que el yate se estaba hundiendo, sin reflexionar me arrojé al agua y caí justo al lado de la moto de agua que había dejado Carlos, estaba siendo arrastrada por el yate, pero pude desengancharla y subirme, instintivamente la puse en marcha, creo que temía que al hundirse el yate me chupara hacia el fondo, ni bien me alejé unos metros giré para ver el yate y este desaparecía en el océano. No puedo explicar lo que sentí en ese momento, no podía creer lo que estaba viviendo, en solo unos segundos todo había terminado, el yate ya no existía, busqué con mi vista en todas direcciones, tenía la esperanza que surgieran las personas, que alguien pudiera haber saltado a tiempo, pero luego de unos minutos comprendí que estaba solo, que era imposible que estando dormidos hubiesen podido escapar, fue tan rápido y entonces empecé a razonar que podía haber sucedido. Mis conocimientos de embarcaciones son nulos, pero se me hacía difícil entender que un accidente podía hundir un yate de este tamaño tan velozmente y recordé el ruido que creí escuchar, el de un motor pequeño y lejano. Todavía no podía pensar con claridad, pero algo me olía muy feo, siniestro, pero mi preocupación ahora era como sobrevivir, que hacer y realmente no tenía idea alguna.
No recuerdo cuanto tiempo estuve recostado en la moto, como esperando que algo salga a flote, pero nada, el mar se había tragado todo, el cansancio me dominó y me quedé dormido. Con el amanecer desperté y comencé a evaluar mi situación, primero comprobé que el tanque de combustible estaba lleno pero desconocía la autonomía de este vehículo, calculé que podría recorrer uno 150 Km., pero el inconveniente es que no tenía idea hacia dónde dirigirme. Basándome en la salida sol sabía que tenía que dirigirme en sentido contrario, pero era muy impreciso y temía gastar inútilmente el combustible, además por los cálculos que saqué (el yate tardó unas 13 hs en llegar a altamar a un promedio de 15 o 16 Kn, eran unas aproximadas 200 millas, la distancia que limita la altamar, es decir 370 Km) quedaría a 200 Km de la costa, una distancia muy grande, estaría casi en la misma situación que aquí. Por todo esto decidí esperar una oportunidad, poder divisar algún barco y gracias a la velocidad de la moto poder alcanzarlo. Durante el primer día no pude ver nada más que agua, reconozco que estuve tentado en más de una oportunidad de arrancar la moto y acelerar rumbo oeste, pero la lógica me detenía y me hacía esperar una verdadera oportunidad. Volvió la noche y mi hambre no era tan grande como mi sed, llegué a ingerir algo de agua salada, apenas un sorbo y pensaba que ironía morir de sed sobre tanta agua, trataba de mantenerme alerta, me zambullía cada tanto para refrescarme, pero trataba de moverme lo menos posible para no agotar mis energías. El segundo día ya me parecía una eternidad, pensaba cualquier cosa para mantener mi mente ocupada, en un momento se me ocurrió que dicen que el alcohol te mata y en verdad a mí me había salvado la vida, ya que si no hubiese ido a servirme un whisky, lo más probable es que estaría en el fondo del océano como los demás. No puedo dejar de pensar en toda esa gente, pero quien más me dolía era Stella Maris, era joven y parecía muy buena, un pecado, esto me ayudaba a mantener mis esperanzas, ya que por alguna razón estaba vivo aún, aunque no soy creyente, me convencía que el destino no quería que muriese todavía. También pensé una tontería, me lamenté de no tener mi celular para poder llamar a alguien y que me rescaten, luego me di cuenta que con el yate hundido y sin su antena, sería poco probable que lograra comunicarme por falta de señal.
Ya empezaba a oscurecer cuan sucedió el “milagro”, luego sabría que no fue tan milagroso ya que me encontraba en una zona de tránsito comercial. Divisé una pequeña mancha en el horizonte, de dos centímetros, encendí la moto y aceleré hasta acercarme, era un barco de carga gigantesco, lleno de contenedores con bandera China, no me acerqué demasiado, preferí  hacer círculos cerca de la popa donde se encontraba la torre de mando, hasta que escuche el sonido más hermoso que esperaba oír, la bocina del barco, la hicieron sonar dos veces para indicarme que me habían visto. El barco se detuvo y pude aproximarme más, desde la cubierta me indicaron donde arrimarme y me arrojaron una escalera de cuerdas, cuando logré subir me miraban sonrientes y sorprendidos, el problema es que eran todos chinos y no podía comunicarme, rápidamente me trajeron agua y me la ofrecían en una cucharita, yo con mis manos les indicaba el cielo y les mostraba dos dedos,  creo que entendieron y me permitieron agarrar la botella de agua, pero cuando quería tomar, estaba desesperado, me la sacaban y con las manos me indicaban que despacio, que tomara de a poco y solo me dejaron tomar unos tragos, con unos aparejos subieron la moto y el barco reinicio su marcha. Tenía a seis chinos palmeándome y sonriendo a mí alrededor hasta que apareció uno con un estetoscopio, supongo que para indicarme que era médico y me llevó a la enfermería o por lo menos un camarote que oficiaba de tal, en pocos minutos llego un oficial que me pregunto en perfecto español.
— ¿Puede hablar conmigo señor?
Qué alegría sentí al escuchar mi idioma.
—Si, por supuesto, que bueno que hable español.
—Soy el Capitán de este barco y nos dirigimos a Argentina, ¿cómo es que está Ud. aquí en una moto?
—El yate en el que viajaba se hundió y creo que soy el único sobreviviente, hace unas 40 o 45 hs. aproximadamente —Miré al médico y curiosamente el estetoscopio era de marca Littmann.
— ¿Cuál es su nombre Sr. Y su nacionalidad?
No sé bien por qué, pero en ese momento se me ocurrió que debía mantenerme en el anonimato y como ya dije que el destino no es una casualidad, según creo, respondí.
—Juan Carlos Littmann, era el segundo capitán del yate, ya que el dueño se auto designo el Capitán y soy argentino.
—Muy bien Sr. Littmann, tiene Ud. bastante suerte, comprenderá que cuando lleguemos al puerto de Bs. As., tendré que informar a las autoridades.
—Por supuesto, haga lo que corresponde Capitán y muchas gracias.
—Bien, no se preocupe, el doctor le dará alimento acorde considere adecuado, cualquier inconveniente estaré en el puente.
—Gracias nuevamente.
El viaje hasta el puerto de Bs. As. fue bastante más rápido que en el yate, en 4 hs. ya estábamos entrando en el canal del Rio de la Plata, a unos 200 Km donde se hizo cargo del buque un práctico de recalada y en 3 hs aproximadamente y a unos 40 Km subió un práctico de puerto que dirigió el buque al Canal Norte. Cuando llegamos y luego de los requisitos de rigor me trasladaron en una ambulancia a un hospital, de donde me escapé ni bien pude, temía que descubrieran mi identidad verdadera, no quería que se supiese que estaba vivo, prefería que pensaran que el sobreviviente era Juan Carlos Littmann. En la calle me comuniqué con mi amigo Hugo.
—Hola, habla Javier.
—Javier!!! Qué alegría, no lo puedo creer, ¿dónde estás?
—Pienso tomar un taxi y tardaré unos 20 minutos en llegar a tu casa, espérame en la puerta porque no tengo un centavo para pagar el taxi, luego te explico todo.
—Ok dale, te espero.
Cuando llegué me abrazó con fuerza y lagrimeando.
—Loco no lo puedo creer, pensé que estabas en el fondo del océano.
—Por poco no lo estoy, cuéntame que sabes.
—Bueno, salió en todos los noticieros, como habían rescatado a Medici, Paruolo y otro que no recuerdo, un barco de carga que pasaba por donde se hundió el yate, estaban en un bote inflable con un pequeño motor fuera de borda, pero solo estuvieron unas horas ya que el barco que los rescató vio las bengalas alrededor de las 5 de la mañana, dos horas después de que se hundió el yate, según contaron los sobrevivientes.
—Muy conveniente tener bengalas en un bote inflable —comenté sarcásticamente—. Evidentemente tenían todo preparado. Mira yo me hice pasar por otro con las autoridades y me escapé del hospital, por lo que no saben que estoy vivo y esa es una ventaja que tengo que aprovechar para averiguar por qué mataron a estas personas, inclusive a mí, que tenía que ver yo con todo esto.
Le conté todo lo sucedido en el yate y por lo que pasé, no lo podía creer.
—Bueno podes quedarte acá, total yo vivo solo con mamá, que la pobre ya ni sale de su cuarto, está muy viejita.
—Perfecto, ¿pudiste averiguar algo de Paruolo?
—Si lógico, me había olvidado, usa la PC, está en tu correo. Te lo había enviado esa misma madrugada, la del accidente.
—Querido amigo, de lo único que estoy seguro es de que no fue un accidente. Permiso, quiero saber que averiguaste.
—Negrito no me pidas permiso, hace de cuenta que estás en tu casa. No sabes lo contento que estoy, pensé que habías muerto y que jamás iba a cobrar lo que me debes—ambos reímos.
Abrí mi correo y leí el informe: “Informe del Dr. Paruolo. Nació en Bs. As. en el año 1953, en el 77 se recibió de abogado en UBA. Trabajó en la Cámara Nacional de Casación Penal como asistente de Alfredo Horacio Bisord, un juez de la dictadura bastante hdp, que renunció antes de enfrentar un juicio político por las persistentes demoras que registraban las causas por delitos de lesa humanidad. Defendió a varios militares de la dictadura hasta el año 2008. Es viudo desde el 2005. 
Este dato es muy interesante, fue uno de los defensores en 1978 de Medici, en Santa Fe, cuando lo sospechaban de violación y homicidio, a pesar de ser muy joven y recién recibido”.


Que hijo de mil putas, lo conocía hacía 37 años a Frad y ni siquiera tiene esposa el desgraciado, pero no entiendo por qué involucrarme a mí, tengo que averiguar el por qué y ajustar cuentas con él y con Medici. El doctor cometió dos errores, uno el llevarme y el otro, suponer que no iba a sobrevivir.



Sexta parte:La venganza


Dejé pasar una semana para que se relajen un poco y ver si aparecía algo en los noticieros sobre el sobreviviente desaparecido, el supuesto Juan Carlos Littmann, pero nada, como me escapé rápidamente, los medios ni se enteraron y la policía no debe haberse molestado demasiado en “buscarme”, no tenía motivos importantes, ya que fue aceptada la versión de los tres sobrevivientes y el caso fue tomado como un accidente, nadie se estaba ocupando seriamente del asunto. Lo que no me sorprendió fue la única noticia relacionada con el caso que ayer salió en los noticieros, en un robo en su domicilio, fue asesinado Carlos de la Fuente. Decían los medios que aparentemente era un robo al voleo, que ingresaron cuando entraba su auto en el barrio de Almagro, dos delincuentes con fines de robarlo, le pegaron un tiro en la cabeza, se llevaron varios artefactos y su auto. Las autoridades investigan el  caso pero por ahora no tienen pistas de los delincuentes. Bueno parece que no quieren dejar cabos sueltos los amigos, deben estar enloquecidos buscando a Littmann.
Me dediqué a mis objetivos, primero el Dr. Paruolo. Lo seguí por tres días y pude comprobar que tenía habitualidad en su conducta, todas las mañanas a las 6 casi en punto salía a trotar por los bosques de Palermo, realizando siempre el mismo recorrido. Al cuarto días lo esperé en el auto que Hugo me había prestado, cuando se aproximó baje velozmente y le apunté con mi pistola Beretta M9 con silenciador, el silenciador hace mucho más convincente a la pistola. En un principio el doctor creyó que era un robo, pero cuando escuchó mi voz y sacó sus ojos del orificio del silenciador, me reconoció.
—Relats!!!
— ¿Que tal doctor, sorprendido? Suba rápido por favor.
El doctor estaba visiblemente atemorizado, subió del lado del acompañante, luego subí yo, puse en marcha el auto y manejé con una mano, mientras con la otra le apuntaba.
—Tenemos que charlar tranquilos Doctor, por lo que haremos un viajecito a un lugar apropiado. Le ruego no haga ninguna estupidez, odiaría tener que limpiar su sangre del auto —sonreí maliciosamente.
Tomé Av. Del Libertador, Gral. Paz y Panamericana, cerca de Pacheco me introdujé en un camino de tierra que me conducía a un gran campo, al ingresar al campo y después de haberme alejado lo suficiente del camino detuve el auto.
—Baje por favor doctor.
Caminamos unos pasos y lo obligué a sentarse.
—Como se imaginará tengo varias preguntas que hacer Dr. Paruolo, así que vayamos por partes, dijo Jack —reí perversamente—. Primero cuénteme todo desde un principio y sin mentirme, tengo buen olfato para las mentiras y me ponen de mal humor y creo que no le conviene que me ponga de mal humor.
—Lo que sucedió fue algo planeado por Medici hace un tiempo, me obligó a que fuera para contar con un testigo creíble, iba a ser sospechoso si sobrevivía solo él con un empleado.
— ¿Por qué me llevó a mí?
—No tenía opción, lo conozco Relats, sabía que Ud. iba a sospechar y se pondría a investigar, no podía correr el riesgo. Comprenda que no fue nada personal, al contrario, yo lo respeto y aprecio.
—Me respeta y aprecia, por eso trató de matarme ¿Cuánto le pagó Medici? —dudo unos segundos.
3 millones.
—3 millones!!! —grité indignado.
—De dólares —agregó.
—Ah, ahora tiene otro color —sonreí—. Creo tener una idea pero por favor cuénteme Ud. ¿Por qué cada muerto?
—Medici estaba cansado de soportar a Ferry, lo tuvo que mantener toda la vida, desde un asunto de jóvenes.
—La violación seguida de muerte —le dije.
—Ya sabía eso.
—Lo supe cuando estaba en el yate, pero continúe.
—Bueno con Blason pasaba algo parecido, ya era extorsionado el padre de Frad por el padre de Blason y sus hijos heredaron respectivamente, uno el dinero y el otro la extorsión.
—Debe haberse enterado de algo cuando vivió en Oliveros y lo supo aprovechar, ¿pero qué hay de la esposa y el concuñado?
—Eso fue algo más personal, Frad sabía de los amoríos de Aschero y María Eugenia, pero no quería hacer algo porque también lo sabía la esposa de Aschero y supongo que toda la familia.
—Pero sabiendo esto, la familia de M.E. no sospecha nada.
—Supongo que sí, pero como Frad los “mantiene”, además de ser un enemigo muy peligroso, creo que prefieren creer en el accidente.
—Entonces los demás fueron daños colaterales, las esposas de Ova y Thierry, el Capitán, Gladys y la pobrecita de Stella Maris.
—Si, no podía hacerse de otra manera —me contesó como si fuese lógico.
— ¿Cómo volaron el barco?
—Los explosivos plásticos estaban estratégicamente ubicados en la obra viva del yate, para que este se hundiera lo más rápido posible, para evitar los sobrevivientes. Cuando todos dormían, Carlos sacó un bote inflable, lo aprovisionó y cuando estábamos a una buena distancia, Frad detonó por control remoto, fue tan rápido que no creímos posible que alguien se salvara. Sabía-mos que pasaría un barco por esa zona a las 5 A.M. y que era una ruta comercial, por eso las provisiones, por si algo fallaba, las cuales tiramos ni bien supimos que el buque nos había visto.
—Recuerdo, yo no estaba totalmente dormido y escuche el zumbido del motorcito.
— ¿Cómo se salvó Relats?
—Tuve ganas de tomar un whisky y con la explosión me arrojé por la popa. Para mi suerte estaba la moto de agua, pero yo tuve que esperar dos días y sin provisiones hasta que me rescató un buque.
—Debe reconocer que tuvo mucha suerte Sr. Relats.
—Seguro, mucha más que los demás, inclusive más que Carlos.
—Con eso no tengo nada que ver, pero supongo que Frad no quiere que lo extorsionen más.
—Y Ud. doctor, ¿no temía por su vida?, ya que a Frad no le gusta dejar cabos sueltos—le comenté irónico.
—Tengo un seguro contra Frad, si me llegará a pasar algo raro, él tendría serios problemas, muy serios —en ese instante se arrepintió de lo dicho—. Ud. podría lograr una buena suma con Frad y yo le brindaría mi seguro, es más, le doy la mitad de lo que me dio Frad, piénselo 1.5 millones de dólares. Mejor le doy los 3 millones pero por favor no me mate.
—Lo siento doctor, pero estoy interesado en saber cuál es su seguro —apunté y le disparé un tiro en la frente.
Tardaron dos días en descubrir el cuerpo, todos los noticieros hablaban de un ajuste de cuentas (en eso no se equivocaban), de un crimen mafioso, inventaban todo tipo de conclusiones pero ninguna estaba cerca de la realidad. Lo más interesante fue que al cuarto día detuvieron a Fernando Iglesias Medici, un juez ordenó su detención debido a una documentación que anónimamente le hicieron llegar, aparentemente esta documentación lo relacionaba a Medici con el contrabando de armas, narcotráfico, lavado de dinero y con el homicidio de todas las personas en su yate. Parece que el doctor tenía bien documentado todo y a alguien que velará por esa información, no tengo idea de quién pudo ser, pero funcionó. Medici permanecería en la cárcel hasta el juicio debido a la gravedad de los hechos y las pruebas en su contra, en el ambiente se decía que estaba hasta las bolas y que muy difícilmente zafara de perpetua. Yo por mi parte hice unos arreglos para que no la pasara muy bien en prisión, todavía me quedaban algunos “contactos” para eso.
Pasaron 3 meses y le pedí a Hugo que me arreglase las cosas para poder recuperar mi departamento y mis cosas. No creo haber contado que a Hugo lo conocí cuando trabajaba en inteligencia, lo investigaba por fraudes al estado y a varios bancos, cuando lo encontré y descubrí su capacidad para lograr hacer posible lo imposible, decidí protegerlo, me pareció un despropósito desperdiciar un talento así en la cárcel, además era muy buen tipo y simpatizamos, hace 25 años que somos verdaderos amigos.
—Hugo, ¿Qué te parece si cambiamos mi identidad?
—Era hora, hace demasiado tiempo que tienes esta, desde que dejaste la S.I.D.E., evidentemente te gustó jaja, déjame que te fabrique otra.
—Ok. Ah, ¿averiguaste algo sobre los 3 palos verdes del doctor?
—Gracia a que pude ingresar a su PC por intermedio de tu contacto en la policía, los peritos son algo lentos, sustraje la información y descubrí  la cuenta, fue una pavada, transferí el dinero a una cuenta de nuestro acceso y digo nuestro!!!, se entiende no!!!
—Bueno, quédate con la mitad y saldo todas mis cuentas contigo —le sonreí.
—Ok. Javi, che!, tu nueva identidad prefiero que también se llame Javier, estoy demasiado acostumbrado ya —ambos reímos.


                              FIN DE LA PRIMER HISTORIA


Quinta parte, SEGUNDA  HISTORIA:   “La última noche”

Luego de cenar todos se retiraron a sus camarotes, creo que después de un día completo en un yate estábamos todos bastante cansados, por lo que yo hice lo mismo. Estaba tan cansado que me había recostado en la cama sin desvestirme y de mala gana me levante para sacarme la ropa, comprobé que el doctor no estaba en el camarote, esto me inquietó, eran las 3 de la madrugada. Por tal motivo salí del camarote y comencé a buscarlo, como primer lugar fui al puente, para ver si estaba con Medici, pero el puente estaba desierto debido a que partíamos, tenía entendido a las 5 A.M. y el Capitán Littmann, supongo estaba aprovechando para dormir algo antes de hacerse cargo del yate en su regreso. Al salir del puente decidí continuar de arriba hacia abajo, por lo que subí a la cubierta de la toldilla, el doctor estaba sentado en una de las sillas del solárium del jacuzzi, me acerqué. Cuando estaba en las espaldas del doctor pude divisar un cuerpo dentro del jacuzzi, aunque estaba de espaldas, supe por sus ropas que era Medici, el agua estaba teñida de rojo. Salte dentro al agua y giré el cuerpo, la escena era dantesca, todo su pecho estaba apuñalado, inclusive su rostro, no me detuve a contar las puñaladas pero calculé aproximadamente veinte, me di vuelta y observé a Paruolo. El doctor permanecía inmóvil, paralizado no sé si por espanto o confusión, al mirarlo mejor veo que su vestimenta estaba mojada y ensangrentada, le pregunté qué había sucedido.
— ¿Puede explicarme esto doctor? —traté de hablar lo más calmo posible.
—No creo que pueda Sr. Relats —me dijo pausadamente.
—Haga el intento, por favor.
—Estábamos en el puente, hará una hora y media o dos, no sé con precisión, cuando me dijo que bajaba unos minutos y que lo esperara. Cuando pasó un tiempo y no volvía salí a buscarlo, recorrí todo el yate y finalmente lo encontré así como Ud. lo ve e hice lo mismo que Ud. Relats. Luego me senté aquí y traté de pensar que hacer, como actuar, como abogado sé que mi posición no es la más cómoda y aun no lo he resuelto.
—Perdóneme pero no entiendo, ¿por qué su posición no es la más cómoda?
—Querido Relats, soy la última persona con quien estuvo Medici, estoy mojado y ensangrentado.
—Doctor yo también estoy igual que usted.
—Pero Ud. tiene un testigo, Sr. Relats, yo, en cambio yo no tengo a nadie.
—Esperé unos segundos doctor, no se mueva, ya regreso.
Mi primer instinto fue asegurarme de no ser yo la próxima víctima, por lo que fui corriendo a mi camarote para agarrar mi pistola, una Beretta M9 que siempre llevaba conmigo, regresé inmediatamente con el doctor.
—Ahora estoy más tranquilo —le comenté irónicamente—. Si Ud. no es el asesino, seguramente alguien del pasaje lo es, por lo tanto prefiero estar preparado para cualquier eventualidad. Bueno  doctor, le pido que no se mueva de su lugar, quiero revisar la escena. Aguarde un momento.
Fui hasta el puente en búsqueda de una linterna y por suerte había un par en un cajón, regresé con el doctor. Con la linterna me puse a inspeccionar los alrededores del jacuzzi.
—Veamos doctor, si bien el cuerpo está dentro del jacuzzi, no fue allí donde lo atacaron, hay manchas de sangre a dos metros y por su ubicación me dicen que fue aquí —le marco una posición al doctor—. Donde fue atacado en primer lugar y por la cantidad de sangre supongo que siguió siendo atacado dentro del jacuzzi, voy a revisar mejor el cuerpo.
Me introduje nuevamente en el agua del jacuzzi y observé el cuerpo de Medici. Al quitarle la camisa pude apreciar una puñalada profunda en el corazón, era la más grande de todas las que puede ver. Evidentemente fue producida por un objeto similar a una cuchilla grande, por el largo y angosto de la herida y realizada por alguien bastante fuerte, que además, si no fue casualidad, daba la impresión de que sabía bien lo que hacía. Luego observé que el resto de las puñaladas eran irregulares, de diversos tamaños y hasta en lugares que no eran vitales, esto me confundió en principio.
—Mire doctor, creo que lo más oportuno es que nos reunamos todos y digo absolutamente todos en el salón de la primer cubierta, así que por favor cámbiese de ropas y comience a llamar a todo el mundo, yo también iré a cambiarme.
Bajamos a nuestro camarote, hice que el doctor se cambiara primero y mientras yo me daba una ducha, detesto el olor a sangre, que él fuera llamando a todos los del yate. Para cuando termine de bañarme y vestirme, el doctor volvió y me dijo que ya todos estaban esperando. Como el salón estaba cerca de nuestro camarote, ya había escuchado algunas voces que susurraban en el salón.
—Perfecto querido doctor, gracias por ser tan solícito —sonreí y el doctor me miró desconcertado.
Cuando entramos al salón todos estaban expectantes de mí, me prestaban toda su atención y algo sorprendidos al verme entrar sonriendo.
—Buenas noches a todos, sepan disculpar la molestia, pero supongo que el doctor le adelanto el motivo de esta reunión.
Todos aparentaban una cierta calma y mi actuación los sorprendió más que el mismo homicidio. Cuando estaban todos dispuestos de la forma que les pedí se acomodaran, me senté en un extremo y saqué mi pistola apoyándola sobre mi pierna.
—Que hace con esa arma, que es esto —protesto Ferry y se incorporó de su asiento.
—Por favor siéntese Ova —le indique con mi arma apuntándolo—. Y quiero que todos hagan lo mismo, que se queden muy quietos es sus lugares —Tenía a los once sentados en los sillones blancos—. Seré directo, creo saber que sucedió en este yate y quien es el homicida, pero tengo que asegurarme, por lo cual les haré unas preguntas a todos y espero sean honestos en sus respuestas, solo como dato informativo les comento que antes de ser un investigador privado, trabaje varios años para los servicios de inteligencia y mi especialidad eran los interrogatorios, por mi habilidad en detectar cuando alguien me está mintiendo, Bueno sabiendo esto comenzaré con Ud. Don Osvaldo Ferry, ya que fue quien primero habló, solo por eso —volví a sonreír—¿Dígame por qué no tengo que pensar que fue Ud. quien lo asesino a Medici?
—Simplemente porque no fui yo, ¿por qué otra cosa debía ser?
En ese instante Blason interrumpió.
—Me parece absurdo esto, yo… —lo detuve de inmediato—Nadie le pregunto a Ud. Sr. Blason así que cállese y esto va para todos, solo hablarán cuando yo les pregunte, mientras tanto se quedan quietitos y en silencio, espero no tener que repetirlo, suelo fastidiarme con facilidad —reconozco que me brindaba cierto placer la situación—. Sr. Ferry, Ud. tiene sobrados motivos para haberlo matado, podría comenzar por lo de la violación y homicidio que cometió Medici en Oliveros y para zafar lo arrastro a Ud. para desorientar la investigación ensuciándolo de por vida. Si bien Ud. se cobró luego siendo testaferro de varias de sus empresas, la venta de las mismas lo dejaron solo con Transcarg, pero no podía evitar los negocios sucios que Medici realizaba con la empresa, además supo que la pensaba vender y dejarlo sin nada. ¿O me equivoco, Ova?
—Bien, pasemos a Ud. Sr. Blason.
— ¿Me piensa hacer la misma estúpida pregunta? —me dijo con postura soberbia.
—Por el momento no tengo una más interesante.
—No pienso entrar en su juego.
—Bien entonces tendré que especular, permítame adivinar. Ud. está en la misma situación de Ferry pero con un agravante, no solo se quedaría sin Telenort, ya que Medici pensaba también venderla, sino que además Medici se cansó de ser extorsionado primero por su padre y después por Ud., por lo cual lo debe haber amenazado de muerte y para que entienda que hablaba en serio, hizo algo que le gustaba hacer, violó a su esposa.
 En ese momento Thierry miro a su esposa como no comprendiendo como yo sabía todo esto y ella agacho la cabeza avergonzada.
—Lamento no tener tacto Sra. Mussa, pero comprenda que la situación me obliga, pero le aseguro que al final de esta “conversación”, su vergüenza será menor.
—No crea que me he olvidado de Ud. Sra. Elva Duarte, pero su caso me es menos importante, supongo que en 15 años acumuló el odio suficiente hacia Medici, para tener motivos suficientes para asesinarlo. Sigamos con Ud. Sr. María Eugenia Fernández Vallido, ¿quiere hablar Ud. o prefiere que yo adivine?
—Prefiero hacerlo, yo —se dispuso a hablar—. Todos saben que detestaba a Frad, siempre supe quien era, pero tenía que soportarlo por mi familia, cosa que mi hermana nunca me perdonó, no podía aceptar que arruinase mi vida. Pero eso no me hace la homicida.
—Ni la hace, ni la deja de hacer Sra. —acoté irónicamente—. Vayamos entonces al Sr. Ricardo Aschero, ¿nos quiere decir algo?
—No estoy interesado en hablar, no tiene nada en mi contra.
—Bueno, ya estoy acostumbrado a su silencio, pero podríamos decir que lo odiaba profundamente a Frad, no lo pudo disimular lo suficiente para mí y si a esto agregamos que el dinero de Medici pasaría a manos de M. E., esto es más que aceptable para Ud., muchos dirían que es un motivo bastante alentador como para asesinar a Medici.
—Ud. no sabe nada con certeza, está intentando sacar la verdad ante algún quiebre, pero conmigo no cuente.
—Tiene razón Sr. Aschero, espero algún quiebre, pero no es todo le advierto. Muy bien sigamos pues, ¿qué me dice Ud. Sr. Carlos de la Fuente?
El marino me miró con su acostumbrada dureza y sonrió sínicamente.
—Yo no soy un nene de pecho como estos payasos, también tengo entrenamiento y Ud. no me intimida.
—Seguro que tiene entrenamiento, lo sé Sr. Carlos, pero también sé que se enroló en la marina a los 17 años, he averiguado su pasado y mire Ud. qué casualidad, también es de Oliveros, cosa que el Sr. Medici ignoraba supongo, de lo contrario no lo hubiese contratado cuando Ud. se le ofreció “desinteresadamente”. Lo que me trae alguna sospecha es que por casualidad Ud. conocía a la muchacha que fue víctima de Medici, es más era su amiga en el pueblo o algo más que su amiga, por lo cual ya tenemos un móvil para considerarlo otro sospechoso del homicidio. ¿Supongo estará de acuerdo conmigo Sr. Carlos? Bueno solo me quedan cuatro y los dejé para el final porque son los que me resultaron más difíciles de asociar con Medici, comenzaré con las menos complicadas y son Stella Maris Y Gladys, déjenme “adivinar”. Stella Maris es joven y hermosa, cosa que me hace pensar, conociendo a Medici, que no le ha sido fácil trabajar con él, es más me animaría a decir que ha sufrido mucho por ello, al punto de callar los abusos de Frad ante su madre, ¿no es así Sra. Gladys?, pero que inevitablemente está a sabido y sufrido también.
—Como lo supo —dijo sorprendida Gladys.
—Porque a pesar de los años Ud. señora se ve que fue una mujer muy bonita y noté inmediatamente el parecido con Stella. Discúlpeme, pero mi trabajo es ser observador y no podía dejar de notar la familiaridad entre Uds. Y para mí nada es casualidad. Bien ahora solo quedan el Sr. Juan Carlos Pittmann y el doctor. Sr. Pittmann sería tan amable explicarme en su mal castellano —no pude evitar reír.
—Hablo perfectamente el castellano —dijo algo que yo imaginaba—. Pero el Sr. Medici no quería que me hablase con los pasajeros.
—Supongo que es por las cosas que Ud. ha podido ver en estos años en este yate y que seguramente no le generaron mucha simpatía por Frad, como es lógico.
—Medici era un canalla, de lo peor que se puede esperar, no le importaba nadie y gozaba con el sufrimiento de los demás. Una total basura y puede anotarlo si quiere para considerarme el principal sospechoso del homicidio.
—Gracias Sr. Littmann, pero no me hace falta, como verán tengo una memoria bastante buena. Ahora solo me queda Ud. Dr. Paruolo y confieso que es quien más me intriga y mi principal sospechoso.
—Por lo que veo ha averiguado más cosas de las que le pedí.
—Doctor es mi trabajo, no lo olvide.
—Admito que es mejor investigador que lo que yo creía y eso que lo tenía en alta consideración.
—Gracias doctor, es más ya que me alienta le diré que también lo investigue a Ud., era algo que tenía pendiente y descubrí que Ud. fue uno de los abogados defensores de Medici, cuando era muy joven y muy prometedor. También supe que cuando logró el sobreseimiento de Medici, este le admitió que era culpable y le agradeció los servicios prestados, luego de ese caso Ud. decidió no trabajar más en lo penal y se dedicó a lo civil. Lo que no entiendo fue por qué me trajo a mí a este viaje y no me diga que necesitaba de mis servicios.
—Realmente los necesitaba y Ud. me ha demostrado que no estaba equivocado. No sé si los demás han entendido todo esto, lo que Ud. ha elaborado en este tiempo teniéndonos a todos a su merced y que poco le ha costado hacerlo, pero prefiero que lo diga Ud. Sr. Relats.
—No tengo inconveniente. Tengo dos posibles versiones de lo que sucedió en este yate, la primera es que el Sr. Carlos, por ser el mejor preparado para tal fin, enfrento al Sr. Medici y lo apuñalo en el pecho, con la fuerza suficiente para romperle las costillas y llegar al corazón, Medici estaba muerto cuando cayó en el jacuzzi, luego fueron apareciendo todos Uds., no podría asegurar en qué orden y cada uno lo apuñalo a placer, de allí que las heridas fueran tan distintas unas de otras y que el que planeó este homicidio fue el Doctor Paruolo, pero con el consentimiento de todos. Cada uno al apuñalarlo se comprometió con el caso haciéndose cómplice y responsable del mismo, compartiendo la culpa. Por todo esto todos deberían ir a prisión por muchos años. Y la otra posibilidad es que Medici, cuando todos estaban dormidos y luego de beber varios coñac, resbaló y cayó al mar, sin que nadie pudiera oír sus gritos de auxilio por su mala costumbre de dejar el audio de la cabina muy alto, sin importarle el sueño de los demás. Es decir que cuando amanezca y nos levantemos, descubriremos que Medici no está en el yate y tendremos que dar aviso a Bs. As. para solicitar ayuda. ¿Alguien me podría ayudar para definir cuál de las versiones es la correcta?
En ese instante todos me miraron perplejos y poco a poco sus rostros se fueron distendiendo, el doctor Paruolo me dio la respuesta.
—Yo creo poco probable que tantas personas se pongan de acuerdo para asesinar a una y más cuando aparentemente varias no tendrían motivos reales y además todos coinciden en las declaraciones de una manera u otra.
—Entonces les recomiendo que limpien el desastre que hicieron y con cloro, para que si encuentran sangre, no se pueda definir de quien ni de que era, tienen bastante tiempo para hacerlo bien. Sr. Carlos y Capitán Littmann, encárguense que el cuerpo no salga a flote nunca más ya que lo van a buscar, pero el océano es demasiado grande y con las corrientes, vaya a saber uno. Yo estoy algo cansado y sabrán disculpar que me retire a mi camarote, buenas noches.
El Doctor me acompaño, evidentemente quería decirme algo.
—Muchas gracias Relats, sabía que iba a ser importante que Ud. viniese y considerase la situación.
—Mire doctor, no lo hago por Ud. ni por varios de acá, pero hay dos o tres personas que no merecen ir a prisión por una basura como Medici y al fin y al cabo, yo creo en una justicia distinta, una que en realidad termine siendo justa. Buenas noches doctor. Ah, por favor, no vaya a olvidar mis honorarios cuando estemos en Bs. As.
—Estoy seguro que los demás también querrán contribuir para compensarle las molestias —dijo el doctor satisfecho.
Cuando me disponía a descansar, recordé una frase que había dicho Medici y que se cumpliría a la perfección respecto a esta incursión en altamar: “Espero sea algo que no olviden fácilmente”…



                                                                    FIN

Poema. "Pobres recuerdos"



En el humo de mi peor compañero, junto al café negro que espera,
se dibujan recuerdos de otros tiempos que fueron tal vez mejores.
En diálogos sin voz, sin sonidos, como ecos que surgen del interior,
le regalo al reloj mis solitarias horas, con sueños de un amor lejano.
Transformo el pasado que hoy me produce una agridulce nostalgia,
reviviendo instantes infinitos atesorados en el corazón de memoria.
Intento sentir nuevamente su calor escondido en mis años juveniles,
en mi otra piel, en mi otro cuerpo que fue del placer un breve reino.
Profundas son las huellas que la vida deja inexorablemente grabadas,
pero el alma no se marchita, permanece intacta en un envase gastado.
Impiadoso deseo que repite lo inalcanzable, lo perdido en la distancia,
en caminos que nunca se ha de volver, solo quedan pobres recuerdos.


Poema: "Ella al caer"


Llueve, detrás de la ventana la observo extasiado, tan cristalina y fresca, tan contundente y frágil.
Absorto no puedo apartar mi mirada del brillo que produce, transformándolo todo en rededor.
Parece todo inútil y vano en su presencia, incontenible, sublime, pero más aun indispensable.
La tarde se pinta con sus colores, la tierra se estremece suavemente, pero percibo su vital vibrar.
Todos parecen huir, corren tratando de ignorarla, como si fuera posible no notar su existencia.
Ella sigue imperturbable, mágica, como tratando de hablarme, tocarme a través de la ventana.
El tiempo tiende a detenerse, nada me importa, solo quiero escuchar su murmullo, comprenderla.
Su presencia me regala aromas, me renueva, me obliga a desearla, a sentirla sobre mi cuerpo.
No sé cuando comencé a amarla, ni como aprendí a entenderla, solo sé que es única para mí.
Llueve, mi reloj se detuvo, por fin cruza la calle, entra en el bar, se acerca a mi mesa y me sonríe.



Epístola: "Mi gran error"



Con cierto grado de pena tengo que reconocer que he sido un imbécil toda mi vida y seguramente lo seguiré siendo. Es duro llegar a una edad donde se descubre que se vivió con un gran error, un error de apreciación, de valorización, de conceptualización, de creer que las cosas eran de una manera y luego los hechos te demuestran que estabas equivocado y que la equivocación es dolorosa. Si bien el hombre debe aprender de sus errores y esto es parte importante de la vida, mucho más que de sus aciertos, hay errores que no se pueden corregir o peor aún, la corrección es más incomoda y dolorosa que el mismo error, es decir que el error era preferible a la verdad, que la verdad es en algunos casos insoportable, por lo que es preferible vivir en el error. Esto se podría aplicar perfectamente en personas creyentes, me resulta totalmente apropiado, pero por rara excepción no estoy hablando de esto, no es sobre las creencias sobrenaturales o celestiales a lo que me refiero, curiosamente es todo lo contrario, de lo terrenal, de lo humano, de la humanidad me ocupo. Siempre creí en un equilibrio, en cierta paridad entre los hombres, pero reconozco mi error, no existe equilibrio alguno, no existe paridad ni analogía, solo existe una enorme disparidad, un absoluto desequilibrio, desigualdad e incompatibilidad. Si estuviese hablando del pensamiento sería fantástico, ya que esto significaría distintas posiciones, cuantiosas divergencias, múltiples opiniones, sencillamente razonamiento, lógica, conocimiento…ideas, pero no, no hablo de esto. Veo un mundo cada vez más pequeño, con casas más pequeñas, con hombres más pequeños y en ese todo pequeño, en esa pequeñez absurda solo puede haber pequeñas virtudes y pequeños defectos, pequeñas ambiciones y pequeños logros, solo dos cosas permanecen grandes, la cobardía y la mediocridad, por lo que no caben en una sola casa y están obligadas a repartirse en todas. Solo hombres pequeños pueden dirigir un mundo pequeño y en su pequeño mundo temer a la grandeza, rechazarla, odiarla, negarla y en el mejor de los casos ocultarla, intentar empequeñecerla, ignorarla, degradarla, vituperarla, burlarla. Toda grandeza que se empequeñece, se encoje, se achica, se reduce hasta desaparecer, desaparecen entonces las grandezas del hombre, la ética, la bondad, el coraje, el valor, la razón, el amor, el heroísmo, la lógica, el deseo, la esperanza. La vida misma termina siendo pequeña, aunque dure muchos años, cientos de años, una vida pequeña de pequeños hombres, una vida indigna que no vale la pena ser vivida. Esa vida pequeña no produce ni la más mínima herida en el cuerpo monstruoso del gigante, del gigante cobarde y mediocre, del gigante que fácil puede vencer a hombres pequeños y si solo quedan hombres pequeños, el gigante crecerá cada vez más en su cobardía y mediocridad, hasta convertirse en indestructible, incombatible, invencible. Un solo hombre con su grandeza difícilmente pueda vencer al gigante que se ha formado, es necesario un ejército de hombres y sus grandezas para derrotarlo, miles de hombres inmersos en sus grandezas, cubiertos de ellas, grandezas desbordantes y arrolladoras, sublimes, que juntas se hagan tan grandes como la cobardía y la mediocridad, pero más fuertes, más poderosas, casi perfectas hasta en la utopía, en la ambigüedad, en la misma imperfección.

Comencé diciendo que había vivido en un error y aquí está mi error, mi error soy yo, mi error es el mundo, mi error es mi optimismo, mi esperanza. Miro al gigante y le temo, miro al gigante y lo percibo triunfador, victorioso en su miseria, miro al gigante derrotándome con su oscuridad, con su ignorancia, su intolerancia, sus prejuicios, sus tabúes, su incomprensión. Por lo que les pido perdón por mi segura derrota, por mi propia pequeñez, por mi perdida grandeza. Solo puedo pedir perdón e intentar seguir viviendo en mi error, un error más benévolo que la verdad.


Epístola: "Carta a mi tierra"

La tierra que me dio el concepto de pertenencia, que vio a mi madre parirme y brindó el sustento para que mi padre pudiera cumplir con sus deberes. Esa tierra que me enseño su idioma para que la conociera, para que pudiera comunicarme con ella, para que diera mis primeros pasos y seguir siempre allí cuando ya era un hombre. Esa tierra que me acerco a la vida y me permitió compartirla con todos, alejándome de lo celestial evitando que cometa errores, que confunda la realidad, que crea que puedo dejar de ser terrenal. Esa tierra que me dio el valor para reconocerme como humano, que me alertó ante la tentación de lo etéreo, lo mágico, lo divino, brindándome el conocimiento cierto de lo terrestre, de la vida y de la muerte. Esa tierra que me llevó a lo profundo antes de pretender elevarme, que nunca me habló de un más allá, que jamás me mintió, que en sus entrañas me entregó el saber y en sus cúspides la razón para poder pensar, elevándome sin sentirme superior y no creer en lo superior, más allá del destino que está impuesto a todo lo existente. Tierra mía que me regalaste el coraje para verme como realmente soy, sobre tu suelo he vivido y a tu interior he de volver conforme, cuando llegue mi final.


Prosa: "La felicidad"

Encontrar la felicidad parecía el mejor destino y en su búsqueda ofrecí mis mejores esfuerzos, sin saber que caminos debía recorrer, transite por todos los que pude hallar. Las calles fueron escenarios, montados para que mi ansiedad se sosegara, pero en ellas no la pude encontrar, solo retazos junté y guardé con avaricia en mis recuerdos. Salí a las rutas ilusionándome con el verdor y la lejanía de la triste y gris ciudad, pero solo perfumes y colores encontré, la felicidad no estaba allí, solo lo aparentaba. Intenté refugiarme en pequeños poblados y buscarla en la paz, pero solo rescate algunos momentos que no alcanzaban a conformarla por completo. El mar, las montañas, los valles y el cielo me llamaban, diciendo que estaba por ahí, pero nunca pude encontrarla. Volví derrotado a mi punto de partida, sin éxito ni esperanza y cuando creí que jamás la hallaría, la pude ver en un espejo, siempre estuvo al alcance de mis manos, tan cerca, tan dentro de mí, que parecía no existir. Descubrí que se encontraba en un solo lugar, en mi corazón, que el único camino que me permitiría conocerla era el del amor y que tampoco era permanente, que se podía marchar y también volver, que no era un estado, ni una cosa, ni un momento. Era algo dentro de mí y más allá de mí, pero que solo podía partir de mi interior y que se completaba íntegramente compartiéndola con alguien más, fue entonces que la pude conocer y por suerte está casi siempre cerca mío y la puedo acariciar cuantas veces quiera. Espero tener la suerte de retenerla por siempre a mi lado, aunque depende mucho de mí, para compartirla con quienes amo…