PRIMERA PARTE: “El
Dr. Paruolo”
Acababa de
servirme un whisky cuando sonó mi celular, antes de responder deseé que fuera
una promoción o algo parecido, no estaba de humor para charlar con nadie, pero
al contestar me responde una vos femenina.
— ¿Sr. Relats?
— ¿quién
habla?
—La
secretaria del doctor Jose Luis Paruolo, aguarde por favor, le paso.
El Dr.
Paruolo es un abogado a quien conozco debido a mi trabajo como investigador,
que ejerzo para sobrevivir desde que me retiré de los Servicios de Inteligencia
(S.I.D.E.), por razones personales. En varias oportunidades hemos combinado
nuestro trabajo, yo lo recomiendo a mis clientes, generalmente personas
adineradas engañadas por su cónyuge y él me retribuye con una comisión de sus
honorarios. El Dr. es un hombre fino, de buenos modales, de 1,85 cm de altura,
delgado y con su cabeza totalmente rapada, de unos 60 y pico de años.
Curiosamente y a pesar de mi trabajo, nunca se me ocurrió investigarlo, hace
cinco años que lo conozco, pero en realidad no conozco nada de su vida y menos
de su pasado, algún día tendré que ocuparme de ello.
—Hola
Relats, lo llamo porque necesito de sus servicios.
—Dígame
doctor, ¿en qué le puedo ser útil?
—Necesito que
me haga unas averiguaciones sobre un señor llamado Fernando Iglesias Medici.
—No hay
inconveniente, ¿que desea saber?
—Todo lo que
pueda averiguar.
— ¿Para
cuándo necesita esta información?
—Es
indispensable que sea antes del viernes.
—Pero hoy es
martes, no sé si podré darle un informe completo.
—Es muy
importante, quiero que se dedique exclusivamente a esto y estoy dispuesto a
duplicarle sus honorarios.
El doctor no se distinguía precisamente por su
generosidad, cosa que me despertó cierta curiosidad.
— ¿Puedo
preguntar el motivo?
—Es
simplemente porque me ha llamado para requerir mis servicios y como siempre,
quiero saber con quién estoy tratando.
Esto me
resultó más extraño, ya que si bien ya había hecho este tipo de trabajo para el
doctor, normalmente era después de que fuera contratado, no antes y mucho menos
con tanta urgencia.
—Veré que
puedo hacer doctor.
—El viernes
por la mañana lo espero por mi estudio, buenas tardes.
De inmediato me conecté con Hugo,
un amigo hacker, el mejor, con el cual trabajo desde hace más de 25 años, para
investigar sobre el tal Fernando Iglesias Medici y resultó más fácil de lo que
esperaba, en unas horas recibí el informe en mi correo electrónico. “Informe de Fernando Iglesias Medici.
Nació en Oliveros-Santa Fe, pueblo que prácticamente era de su padre, un
terrateniente bastante adinerado y con relaciones políticas fuertes,
fundamentalmente durante la dictadura militar de 1976 al 81. Si bien Don
Fernando era joven, en ese lapso tenía 22/27 años, ya era bastante conocido y
no de la mejor manera, según pude comprobar por registros de periódicos de la
zona, en el año 78 se lo vinculó con un homicidio y violación, fue sospechoso e
investigado, pero nunca le probaron nada. Luego del fallecimiento de su padre
en 1990 se trasladó a la Capital Federal, al barrio La Recoleta, donde se
frecuentaba muy a menudo con María Julia Alsogaray, recientemente designada interventora de la empresa estatal de teléfonos Entel. También tenía una relación estrecha con Carlos Saúl Menem. Fue denunciado por un legislador como una suerte de líder mafioso, con protección política y judicial, en este momento Fernando Iglesias Medici se hizo apenas conocido para el público en general, aunque su identidad era desconocida en gran medida, la acusación principal contra él era que sus empresas de transporte, logística y seguridad eran utilizadas para ocultar tráfico de drogas, armas y lavado de dinero. La acusación no tuvo curso, Iglesias Medici paso nuevamente al anonimato. En esos años se casó conMaría
Eugenia Fernández Vallido y al poco tiempo volvió a los medios, pero con
poca difusión, por la supuesta venta de varias de sus empresas al Grupo Exxel
por un valor de 605 millones de dólares en el año 95. Desde entonces poco y
nada se sabe de él, salvo que vive en un enorme piso en Av. Del Libertador o en una mansión en el country Tortugas de
Pilar y que viaja frecuentemente al exterior”. (El tipo era un magnate
nacional, por algo me sonaba su nombre).
Con esta información me presenté
el viernes a las 9 hs en el estudio del Dr. Paruolo, quien me recibió
expectante.
— ¿Cómo esta Relats, pudo cumplir
con su tarea?
—Muy bien, gracias. Acá le dejo
todo lo que pude averiguar —le entregue el informe—. No es
mucho, pero debido al tiempo con que conté, espero le sirva de algo.
Lo leyó de inmediato
inexpresivamente.
—Seguro que me sirve —me
entregó un cheque que tenía preparado—. Tengo que pedirle otro favor.
—Dígame.
—Esta noche estoy invitado al
yate del Sr. Iglesias Medici y como mi esposa no me puede acompañar, ya que
tengo invitación para dos personas, me gustaría que me acompañe, puede serme
muy útil.
—Me sorprende y no tenía planes
de ir a un yate esta noche.
—No solo esta noche, el viaje
durará dos días aproximadamente, creo que lo va a disfrutar y además, por
supuesto le abonaré sus honorarios de igual forma por ese tiempo.
—No sé, no tengo hábito en ese
ambiente.
—No se preocupe, es totalmente
informal, puede ir como quiera.
—Realmente…—dejé expuesta mi duda.
—Por favor, aproveche, a las 20
hs lo pasa a buscar un auto.
Sinceramente me agradaba la idea,
jamás estuve en un yate de lujo, pero mi temor era no encajar demasiado bien.
Percibiendo mi duda, concluyó.
—Vamos hombre, no lo dude más,
quedamos a las 20 hs. —acepté con un gesto positivo con mi cabeza,
estrechamos las manos y me retiré.
SEGUNDA PARTE: “La recepción”
Al retirarme del Estudio del
doctor me apresuré para hacer efectivo el cheque, ya que no me sobraba dinero y
luego fui a mi departamento a prepararme, tenía varias cositas que arreglar y
pensar.
A las 20 hs. en punto sonó el
portero eléctrico.
—Si!!!
—Sr. Relats, el remís que envió
el Dr. Paruolo.
—Perfecto, enseguida bajo.
Tomé un pequeño bolso que había
preparado con algunas prendas y bajé. Al subir al remís le pregunte al chofer
cual era nuestro destino y gentilmente me contesto.
—Al Yacht Club Puerto Madero, en el dique IV Sr.
Cuando llegamos llevo mi mano al
bolsillo, pero el chofer me detiene con un gesto de su mano.
—Ya me han abonado Sr., buenas
noches.
Entré en un lugar imponente, me dirigí
a la recepción y pregunté por el Sr. Fernando Iglesias Medici, me preguntaron
quién era y no supe que decir, por suerte en ese instante ingreso el Dr.
Paruolo quien le dijo que venía con él y dio su nombre. La empleada constató en
una planilla y nos indicó que descendiéramos al segundo nivel, al salón
Pampero. Este salón era soberbio, enorme, como para mil personas,
cuenta una vista panorámica de Puerto Madero. Un espacio muy luminoso y de gran amplitud, una larga ventana horizontal que mira a la ciudad, con acceso directo a la Terraza, un lugar para permanecer casi navegando. En el centro había unas mesas como para 20 comensales donde se encontraban tres personas charlando, al acercarnos se adelanta un señor con chaqueta blanca de capitán y bermudas (parecía el capitán de “El crucero del amor”). Sonriendo se dirigió al Dr. Paruolo.
—Dr. Paruolo supongo, soy Fernando Iglesias Medici, pero por favor llámeme Fernando o Frad, si lo prefiere, no soy amigo de las formalidades.
—Encantado Sr…Fernando, mi asistente el Sr. Javier Relats.
—Un placer Sr. Relats.
—Igualmente y por favor, llámeme Javier o Javi, si lo prefiere.
No estoy seguro si fue apropiada mi acotación, pero pretendí estar en su misma sintonía. El tal Frad era un hombre de talla mediana sin rasgos distintivos, de unos 60 años, pero sus ojos eran profundos y oscuros, pequeños y penetrantes, presentí cierta malicia, tal vez influenciado por el informe.
—Por favor vengan, quiero presentarles a mi mejor amigo y su esposa, pero primero disculpen la amplitud vacía del salón, suelen dividirlo para eventos tan íntimos, pero no me gusta compartir con extraños, por más que este separado, por lo que decidí reservarlo por completo.
Nos llevó junto a las dos personas con las que estaba charlando antes de nuestro arribo. El hombre era de estatura media, también de unos 60 años, aunque su aspecto era más juvenil y su vestimenta algo extravagante, un traje negro con camisa salmón, con una chalina al tono, un enorme reloj, con pulseras y anillos de oro. La mujer era atractiva, pero evidentemente más modesta en su vestir y “tuneado”.
—Les presento a mi gran amigo Osvaldo Ferry a quien pueden llamar Ova y a su esposa Elva Duarte, a quien pueden llamar Elva —sonrió irónicamente.
Luego con un movimiento de su mano, indicando que se acerquen pero ordenándolo, dirigida a dos personas que estaban sentadas en unos sillones, bastante alejados, hizo que estas se aproximen al grupo. Cuando se acercaron note de inmediato que el hombre era alguien muy clásico, de unos 50 años, con un fino traje gris rayado, camisa blanca y corbata azul, de 1,77 cm, delgado, de rostro serio. La dama era delgada, de cabello castaño y con un vestido de fiesta plateado muy entallado, pero su rostro era inexpresivo, su mirada parecía perdida, aparentaba ser algo más joven.
—Les presento a mi socio Thierry Leonel Blason y a su esposa Patricia Mussa, a quien le agrada que la llamen Pato, el Dr. Paruolo y el Sr. Relats —girando su cuerpo nos señalo a una mujer que estaba recostada sobre un sillón, en el otro extremo—. Aquella es mi esposa María Eugenia Fernández Vallido y pueden llamarla como quieran.
En cada palabra o gesto, aunque lo disfrazara de simpático, se advertía cierto grado dictatorial, como del que está acostumbrado a que se haga lo que ordena sin oposición alguna. Acorde con la información que había obtenido de él, me resultaba un personaje oscuro, sin muchos escrúpulos y peligroso, pero por ahora era solo una sensación.
—Creo que estamos todos, bueno falta mi concuñado como de costumbre, pero ya llegará.
En ese momento abrió sus brazos invitándonos a la mesa, su esposa se acercó desganada e indiferente, si bien se notaba lo caro de su vestimenta, no la pretendía lucir, era como que no le importaba la ocasión, era delgada, de buen físico y bastante bonita, pero su rostro y sus ojos aparentaban cansancio o quizás amargura. Inmediatamente ingresó un camarero que sirvió las copas de champagne, la mesa estaba repleta de caviar, hasta de manera excesiva, con tostadas y galletas finas y crocantes, también había recipientes con cebollas finamente cortadas, rodajas de limón, huevo y crema agria. Cuando todos tuvimos nuestras copas llenas, Frad alzó la suya diciendo.
—Brindo por esta pequeña incursión en altamar que haremos y espero sea algo que no olviden fácilmente —todos alzamos las copas y brindamos—. Sírvanse cuanto gusten y de la manera que más les plazca, este es el aperitivo, en el yate nos aguarda la cena.
Aproveche para comer bastante caviar, no me es frecuente poder hacerlo, pero lo hice como según dicen los entendidos, suavemente con la cuchara para que no se rompan los huevitos y sin ningún agregado. Hasta este momento no había podido imaginar siquiera la personalidad de los demás, todos actuaban como marionetas cuyos hilos respondían a la voluntad de Frad ¿Por qué Frad?, no tengo idea a que idioma responde, si pertenece a algún idioma. Cuando aparentemente estábamos por dirigirnos al yate llegó el último invitado y Frad exclamó.
—Por fin, no pierdes el hábito de ser impuntual, señores Paruolo y Relats, les presento a mi concuñado desgraciadamente, Ricardo Aschero.
El concuñado lo observó con antipatía pero instantáneamente sonrió, sin poder disimular su sentimiento a mi atención, su sonrisa fue vaga y falsa, parecía que recién se levantaba de dormir. Su aspecto era algo informal y descuidado, de altura media, cuerpo atlético y de unos 45 años. Nos saludo al pasar con la mano en alto y se aproximo a María Eugenia, susurrándole algo al oído que nadie pudo escuchar. Aproveché ocultamente para googlear con mi celular la palabra Frad y aprendí que Fernando es un nombre de origen germánico (Frad-nand) y significa: “El que se atreve con todo”, bastante apropiado me resultó. Frad nos invitó a seguirlo hasta el yate, era el más grande y bello en el amarradero, enorme, de unos 50 m de eslora y una manga de unos 9 o 10 m.
TERCERA PARTE: “En el yate”
Por fin nos embarcamos y pude apreciar la elegancia en el diseño del yate, ni bien se ingresa por la popa hay un solárium con mesas y bar, continúa con un salón de recepción que era como todo mi departamento, con sistema de audio y video, decorado todo en fina madera con
ventanales que cubrían los laterales, tres sillones para cuatro personas cada
uno en cuero blanco formando una “C” en el centro, con A/C. En este punto Frad
nos invitó a sentarnos para presentarnos a la tripulación, la cual estaba
formada en un lateral e informarnos cuales eran las comodidades y el camarote
que le correspondía a cada uno.
—Bueno Ladies and gentlemen,
estamos en mi querido Samurái One,
el orgullo del astillero español Astondoa, espero lo disfruten. Les presento a
la tripulación, el segundo Capitán el
Sr. Juan Carlos Littmann; el Sr. Carlos de la Fuente es el marinero, un
viejo lobo de mar; la Srta. Stella Maris
es la auxiliar, a quien podrán solicitar cualquier cosa que deseen y la más
importante de la tripulación, la Sra. Gladys
Velázquez, ella es quien nos alimentará exquisitamente les aseguro. Bueno
ahora las comodidades, contamos con 5 camarotes, uno principal que es el mío y
4 VIP, 2 con cama queen y 2 con camas separadas, con H-FI, caja de seguridad,
vestidor, baño completo, escritorio y A/C, además los dos salones cuentan con
baño. Hay otro salón como este, junto al comedor en la cubierta principal y
arriba, en la toldilla, hay un gran jacuzzi con solárium. Les recuerdo que yo
soy el primer capitán de este barco —sonrió orgulloso.
A continuación entregó las llaves
de cada camarote, por lo que le dio una a cada matrimonio, una a su concuñado y
la última para Paruolo y yo, inevitablemente tendré que compartir el camarote
con el doctor, no todo podía ser perfecto.
—Ubíquense por favor y en 15
minutos nos reunimos en el salón comedor para cenar en la otra cubierta, la
Srta. Stella Maris les indicará donde se encuentra cada camarote, hasta luego.
A continuación del salón estaban
los camarotes, cuando entramos al nuestro nos miramos con el doctor, era un
gran habitación lujosamente decorada, con ventanales que daban una vista
magnífica. Nos turnamos para ir al baño, que era más grande que el de mi
departamento, mucho más grande.
—Bueno doctor, puede elegir la
cama que prefiera —le comenté irónicamente.
—Me da igual, le pido algo
Relats, esté muy atento a todo por favor y averigüe quienes son los tales Ferry, Blason y Aschero ni bien
pueda, principalmente Ferry y Blason.
—Descuide doctor, ese es mi trabajo
y me comunicaré con mi colaborador.
—No sabía que tenía un asistente.
—Pues lo tengo y prefiero
llamarlo colaborador.
— ¿Puedo saber quién es?
—Alguien de mi absoluta
confianza, doctor —miré la puerta del camarote, dejando claro que no pensaba dar su
nombre.
—Ok, vayamos al comedor —dijo
el doctor.
En ese instante el yate comienza
a desplazarse, nuestro viaje ha comenzado, entonces comprendí que no sabía
adónde íbamos.
— ¿Ud. Sabe hacia dónde nos
dirigimos doctor?
—Como dijo el Sr. Medici a alta mar, pero no habló de un
destino específico.
En el comedor se encontraba el
Sr. Aschero conversando con María Eugenia en un lado de la mesa ovalada que era
para doce comensales, en el extremo estaban Ferry y Duarte. El doctor y yo nos
sentamos en el otro lado, ingresaron Blason y Mussa y se sentaron cerca de
Aschero, solo faltaba Frad que no se hizo esperar y se sentó en el otro
extremo. En la mesa había varias fuentes con langostinos, ostras, trufas,
jamón, quesos, distintos tipos de pan y recipientes con salsas, yo aproveche a
comer unas trufas ya que nunca las había probado y me resultaron como una buena
vaina de vainilla. La conversación fue bastante limitada, había en el ambiente
cierta frialdad, nadie sonreía ni intentaba comenzar un diálogo, mi sensación
fue que eso era privilegio exclusivo de Frad y en esta oportunidad no estaba de
ánimo para conversar. Luego la Srta. Stella Maris, que oficiaba de asistente de
la cocinera, nos sirvió el plato principal que era como un vaso invertido de
color rosado con pequeñas manchas verdes, rojas y amarillas, sobre unas grandes
hojas verdes salpicadas de marrón. Cuando empecé a comer me di cuenta que era
pescado y gracias a lo dicho por Frad,
supe lo estaba comiendo, que era muy rico.
—Me encanta este plato que tan bien
prepara Gladys, tartar de trucha con alcaparras, brotes y arúgula.
Parecía que nadie me prestaba
atención, por lo que me dedique a leer la etiqueta del vino “Chateau-Chalon del año 1973”, tenía pinta de muy caro, no sabía que un vino duraba tantos años. Me sentí como inexistente para los demás, hasta que de
pronto María Eugenia me miró y directamente me preguntó.
—Sr. Relats, podría decirnos cuál
es el motivo de su presencia —el doctor Paruolo se anticipo a mi respuesta.
—El Sr. Relats es mi colaborador
y difícilmente realice una gestión de negocios sin su presencia.
—Por lo que pude apreciar, el Sr.
Relats es muy reservado y observador —dijo ella.
—Precisamente estimada señora —acotó
Paruolo con una sonrisa amable.
Luego de comer el postre nos sirvieron
café, fue entonces que Frad se incorporó.
—Pueden servirse lo que deseen en
el bar, el Dr. Paruolo y yo estaremos en el puente, tenemos que charlar en
privado mientras tomamos un coñac, ¿me acompaña doctor?
Se retiraron, yo que no tenía
mucha idea de que conversar con esta gente, me dirigí al bar a servirme un
whisky, el resto se quedó en la mesa. Me hubiese gustado irme a mi camarote,
pero el doctor me pidió que estuviese atento, por lo que volví a sentarme a la
mesa e intenté una conversación. Todavía me sentía algo molesto por la pregunta
de María Eugenia, la cual me había parecido algo peyorativa, pero disimulé mi
disgusto. María Eugenia y Ricardo seguía hablando en secreto, sin reparar en
los demás, Ricardo parecía algo nervioso, en cambio Osvaldo Ferry y su esposa
comenzaron a sonreír en complicidad y Elva me preguntó.
—Sr. Relats, aparentemente su
trabajo es importante para el Dr.
—Creo que el Dr. sería la persona
más adecuada para definir eso.
—Por supuesto, disculpe, pero
tengo cierta curiosidad sobre el negocio que tiene Frad con el Dr. ¿podría Ud.
darnos alguna información?, si no es un secreto lógicamente —sonrió
sínicamente.
—Lamento no poder satisfacer su curiosidad,
no estoy al tanto aun.
En ese instante se levantó Blason
y con tono seco dijo: “nos retiramos a
nuestro camarote, buenas noches”, inmediatamente se levantó su esposa quien
solo dijo buenas noches y se marcharon. Volví a observar al concuñado de Frad
quien parecía discutir, muy disimuladamente con M.E., dirigí entonces mi mirada
hacia el matrimonio amigo y me animé a preguntar algo.
—Sr. Ferry ¿Puedo preguntarle
desde cuando es amigo del Frad?
—Si, por favor!!!, pero no sea
tan formal conmigo, puede llamarme Ova, Javier, si me lo permite.
—Por supuesto Ova.
—Se puede decir que de toda la
vida, éramos muy jóvenes, somos del mismo pueblo, Oliveros, un pueblito de
Santa Fe.
—Ah!, así que Ud. y Frad son
oriundos de Oliveros, que casualidad, conocí a una persona que también era de
ese pueblo, pero no recuerdo ahora su nombre, ni bien lo recuerde se lo
mencionaré, tal vez la conozca.
—En Oliveros no éramos
demasiados, por lo que es muy probable que la conozca, dígame su nombre cuando
lo recuerde.
—Así lo haré, bueno ya es
bastante tarde para mí, creo mejor que me retire a mi camarote, ha sido un
placer, buenas noches a todos —solo Ova y Elva me respondieron, Ricardo y
M.E. seguían en su mundo.
Ya en mi camarote le envié un
mensaje a mi hacker Hugo, con los nombres de los tres que estaba interesado el
Dr. solicitándole información, luego observé por la ventana el rio, las luces
de Buenos Aires habían desaparecido. Era la una de la mañana y el Dr. no
regresaba, decidí acostarme y pronto me dormí.
La luz del amanecer comenzó a
penetrar en la habitación, eran las 6 de la mañana, el doctor dormía en su
cama, continué durmiendo. A las 9 hs. Un ruido me despertó, era el doctor
acicalándose en el baño, creo que de todos modos me hubiese despertado ya que
duermo habitualmente 8 hs. Paruolo salió del baño.
—Buenos días Relats, ¿durmió
bien?
—Buenos días doctor, si muy bien
y por lo visto algo más que Ud.
—Seguro, cuando llegué estaba
profundamente dormido, yo rara vez duermo más de 6 hs., si ya se levanta lo
espero para ir a desayunar.
—En pocos minutos estoy listo.
Mientras nos dirigíamos al salón
comedor le comenté.
—Parece que estuvo interesante la
charla con Frad anoche.
—Es cierto, estuvimos hasta
bastante tarde, mientras tomábamos el coñac me comentó la razón por la que
quiso que viniese, la cual se la diré a Ud. más tarde.
En el comedor se encontraban
Blason y Pato charlando con Frad.
—Buenos días doctor, Javier —dijo
Frad, Blason inclinó su cabeza y Pato sonrió.
La auxiliar Srta. Stella Maris
nos pregunto que deseábamos.
—Un café con una medialuna y jugo
de naranja, por favor —pidió el doctor y yo pedí lo mismo.
Se sumaron al salón Ova y Elva,
quienes también hicieron su pedido a Stella Maris.
—Espero que todos hayan
descansado bien —dijo Frad—. Estamos a punto de llegar a alta mar, contamos con
equipo de pesca, de buceo y una moto de agua, pueden utilizar lo que deseen, lo
único que les pido es que sean cuidadosos y no intenten hacer solos lo que no
saben hacer. Carlos puede ayudarlos en lo que elijan, pero sométanse a sus
recomendaciones, no es un tipo de soportar demasiadas imprudencias, por decirlo
de una manera suave, pero lo prefiero así, me brinda tranquilidad y garantías.
Les recomiendo no desobedecerlo, para los menos intrépidos hay un parque
acuático en la cubierta superior, diviértanse.
M.E. y Ricardo no aparecieron,
supongo seguirán durmiendo. El doctor era amante del buceo, según comentó, por
lo que se fue en búsqueda de Carlos para equiparse, yo preferí ir al parque a
tomar sol, también eligieron esta opción Ova y Blason, mientras que Elva y Pato
quisieron nadar, por lo que tuvieron que esperar a que Carlos terminara con
Paruolo, ya que no les permitió arrojarse al agua antes de que él las pudiera
vigilar. No conforme con solo esto, Carlos preparó la moto de agua por
cualquier eventualidad y se quedó con unas patas de rana y snorkel en la popa,
donde les había hecho zambullirse a los tres. Estando vestido no parecía tan
atlético, pero en malla y sus 180 cm, a pesar de sus casi 50 años, su figura
fuerte demostraba a un hombre acostumbrado a la dura vida en el mar,
probablemente forjadora de su carácter. Por un instante pensé como era empleado
de Frad y recordé la mirada de respeto que Frad le otorgó cuando nos lo
presentó ¿Cómo se habrán conocido?
Cuarta parte: “En altamar”
El día era perfecto, el sol a
pleno, el mar tranquilo como una pileta. Mientras tomaba sol Ova trató de
iniciar una conversación vulgar, comentando trivialidades, pero rápidamente
volvió a interrogarme.
—Pudo hablar con el doctor, me
refiero con respecto al asunto que tiene con Frad.
—Mire Ova, le seré totalmente
honesto, no tuve oportunidad de charlar con Paruolo, pero si así hubiese sido,
solo si él me lo sugiriera, comentaría sus asuntos, espero sepa entender.
—Por supuesto, es que es raro que
Frad no me haya comentado nada, siempre lo hace y también es raro que contrate
a un abogado fuera de su círculo.
—Que quiere decir con “fuera de
su círculo”.
—Bueno, él tiene muchos abogados
conocidos. Un hombre de su posición, empresario, millonario, necesariamente los
tiene.
—Realmente no puedo responder,
supongo que Frad tendrá sus motivos.
—Seguro, pero eso no hace que
deje de interesarme.
— ¿A qué se dedica Ud. Ova?
—Tengo una empresa de transportes
hoy solamente, tuve varias en otros tiempos.
Sinceramente Ova tenía razón al
estar “inquieto”, no era totalmente lógico que Frad contratase a un abogado
desconocido, teniendo seguramente a varios conocidos ¿Cuál sería el motivo?
Blason no participó de la conversación, pero estoy seguro que comparte la
inquietud de Ova, busqué un justificativo para retirarme.
—Bajaré a tomar algo.
—Acá tiene un bar –dijo
Ova.
—Prefiero salir un poco del sol,
como verán mi color no es el de Uds., no estoy acostumbrado a estar tanto
tiempo, voy al bar del salón, con su permiso.
—Como guste Javier –dijo
Ova sonriendo.
Cuando bajé me metí en mi
camarote, quería saber si mi hacker tenía novedades y también saber algo más,
era hora que averiguase más de la vida del Dr. Paruolo.
—Hola Hugo, habla Javier ¿Cómo
estás, alguna novedad sobre lo que te pedí?
—Hola Javi, si tengo algo, te lo
paso por mail a tu correo.
—Ok, quiero que me averigües
sobre alguien más, el doctor Jose Luis Paruolo.
—Bueno, se está engordando tu
cuenta.
—Quédate tranquilo que ni bien
regrese te la saldo, o alguna vez te dejé colgado.
—Pero hijo de mil, si me garpas
todo lo que te he hecho en los últimos 20 años, tengo asegurado mi
retiro…jajajaja.
—Tampoco la pavada, quieres
arruinarme, bueno negro mándame lo que averigües ni bien puedas, nos vemos a mi
regreso, abrazo.
—Ok, abrazo loco de mierda.
Abrí mi correo en búsqueda del mail
y lo leí: “Informe de Thierry Leonel
Blason. Nacido en 1965 en Inglaterra, su padre era ingeniero y se
encontraba trabajando en ese país aquellos años. A los 8 años viajo con su
familia a Buenos Aires, hijo único, estudio derecho en UBA pero no terminó la
carrera. Su familia era de clase media alta. Figuró como titular en varias
empresas que se suponían de Fernando Iglesias Medici, evidentemente es un
testaferro de Medici. Su primera esposa falleció en un accidente de tránsito,
se casó en segundas nupcias con Patricia Mussa en el 2008. Puede interesarte
este dato, su padre vivió un tiempo en Oliveros, entre el 78 y 85. Informe de Osvaldo Ferry. Nació en
Oliveros, el mismo año que Medici 1955, fueron a la misma escuela, pero tampoco
siguió una carrera terciaria. Fue uno de los sospechosos investigados, junto
con Medici, de una violación seguida de muerte en el año 78, pero igual que
Medici quedó libre por falta de pruebas. En el 82 viajó a España y permaneció
allí por 10 años, volvió a la Argentina en el 92, pero siempre estuvo
relacionado a Medici, también es uno de sus testaferros, aunque la mayoría de
las empresas Medici las vendió en el 95, que estaban a nombre de Blason y
Ferry, estos siguen figurando como titulares de una de comunicaciones
“Telenort” y otra de transportes “Transcarg” respectivamente. Esta separado de
su esposa Graciela Hernández y vive
en pareja con Elva Duarte desde el 2000. La empresa de transporte transcarg
está en la mira de la nueva Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA), pero desde
hace bastante tiempo ha sido investigada por la Federal. Informe de Ricardo Aschero. De este tipo no pude averiguar casi
nada, nació en CABA en 1971, no tengo registros de estudios ni trabajos. Se
casó con María Emilia Fernández Vallido en el 98, la hermana menor de María
Eugenia. Según pude averiguar la familia Fernández Vallido no estaba muy feliz
con el casamiento, el tipo aparentemente era un don nadie, pero embarazó a
María Emilia y con el casamiento pasó a gozar en parte de la fortuna de Medici,
por intermedio de María Eugenia. Los Fernández Vallido mantienen solamente el
apellido, porque en los 90 quedaron en la quiebra, muchos comentaron que el
casamiento de María Eugenia y Fernando fue aceptado por ellos para recuperar el
nivel económico de otros tiempos. El dato curioso es que María Eugenia utiliza
a Aschero como nexo para hacer llegar el dinero a su familia, ya que con su
hermana hace rato que no se habla y no sé por qué razón nunca visita a sus
padres, aunque se comunica rara vez por teléfono. Lamento no poder darte más
información”.
Evidentemente aquí están todos
relacionados de una forma u otra, parece una novela barata de la tarde. El
único que no encaja es Paruolo, por ahora, y eso me tiene algo preocupado, más
aún por no saber que pretende Frad del doctor y el poco interés del doctor en
contarme lo que charló anoche con Frad, no voy a saber nada hasta que hable con
el doctor. Por otro lado todavía no entiendo que hago acá ¿Por qué Paruolo
quiso que viniera?, no me trago que su esposa no pudiera venir.
Cuando salí del camarote me crucé
con Ricardo, quien aparentemente recién se levantaba.
—Buenos días —sonreí—.
Sr. Aschero.
—Buenos días señor…Disculpe, no
recuerdo su nombre —me respondió.
—Javier Relats —le
recordé.
—Ah, sí sí, soy un poco distraído,
perdóneme —me dijo apoyándose su mano sobre la frente—. Voy a intentar
tomar un café antes que los otros almuercen, permiso.
—Vaya Ud. —pensé, bastante poco comunicativo
el tipo.
Me dirigí a la popa y me encontré
con Carlos que seguía pendiente de las señoras, las cuales tomaban un poco de
sol y volvían a zambullirse en el mar. Le pregunté por el doctor y me respondió
que ya había salido del agua. Empecé a recorrer el yate para encontrarlo y por
ley de Murphy se encontraba en el último lugar que busqué, el puente. Estaba
charlando muy alegremente con Frad cuando ingresé, pero inmediatamente dejaron
de reír y me miraron.
—Perdón, con su permiso.
—Que desea Sr. Relats —dijo
Paruolo algo molesto.
—Nada en realidad doctor, solo
que no lo veo desde hace horas y quise ubicarlo
—No tiene nada porque preocuparse
Javier—dijo Frad sonriendo.
—Disculpen, me retiro. Me
gustaría ni bien este libre, charlar con Ud. doctor.
—Por supuesto Sr. Relats, más
tarde lo haremos.
No sé a ciencia cierta cuál era
mi sensación, pero había algo que no me cerraba entre Frad y Paruolo, parecían
conocerse o actuaban como si así fuera en el puente.
Como no había almorzado fui a la
cocina para ver que podía comer, antes de ingresar me topé con Stella Maris,
quien me pregunto que deseaba.
—Tengo hambre y quería saber
cuando íbamos a almorzar.
—Dígame que desea y se lo
alcanzaré donde Ud. disponga. No habrá reunión en el comedor porque cada uno
pidió comer donde se encontraba. El Sr. Ferry solicitó langosta termidor y el Sr. Blason sándwich de miga debajo de la
toldilla; las Sras. Duarte y Mussa unos canapé y frutas en popa; el Sr. Medici
y el Dr. Paruolo una picada en el puente; la Sra. María Eugenia en su camarote.
Solo faltan el Sr. Aschero y Ud. —Paso Carlos ingresando en la cocina—.
Y el Capitán Littmann y ahora el Sr. Carlos almorzarán en la cocina.
—Bueno, yo me conformo con un
sándwich de jamón crudo en pan francés, con manteca y una cerveza, en mi
camarote por favor.
—Como Ud. guste señor, se lo
alcanzo en unos minutos.
—Muy amable Stella.
La joven auxiliar era muy bonita,
simpática y bien dispuesta en sus tareas. Un contraste muy fuerte con respecto
al resto, exceptuando al capitán Littmann y Gladys, con quienes no tuve
oportunidad de intercambiar palabra. Era la única hasta ahora, que parecía no
tener nada que ocultar. A los pocos minutos de estar en mi camarote, golpea la
puerta Stella, al hacerla ingresar, lo hace portando una bandeja con mi pedido.
—Muchas gracias Stella —y
cuando se retiraba le dije—. Perdón, ¿podría hacerle una pregunta?
—Si claro, dígame.
— ¿Desde cuándo trabaja para el
Sr. Medici?
—Desde que compró el yate, hace
dos años Sr., cuando contrató a la Sra. Gladys, fue ella quien me recomendó.
—Gracias nuevamente Stella.
Comí mi sándwich y bebí mi
cerveza, luego me tiré a dormir una pequeña siesta. El movimiento constante del
yate me cansaba un poco, a pesar de que el mar estaba en plena calma. Cuando
desperté el sol estaba en el horizonte, me incorporé y salí del camarote, antes
revisé mi celular para ver si tenía alguna novedad, pero no había nada. En la
proa encontré al Dr. Paruolo, estaba solo observando el mar, aproveché entonces
para preguntarle por la charla que había tenido con Frad y que pretendía de él.
Me miró sonriente.
—Sr. Relats, lamento decepcionar
su expectativa, el motivo no es tan importante como supusimos, simplemente
quiere modificar su testamento, admito que yo esperaba algo más interesante,
pero bueno es lo que tenemos, por lo que le recomiendo disfrute de su estadía
ya sin más precauciones. Mañana estaremos en Buenos Aires y recordaremos este
viaje como un paseo especial, nada más que eso —. Volvió a observar al horizonte en
el mar.
Honestamente no me convenció el
doctor, mi instinto me decía que había algo que no estaba bien. Probablemente mi
trabajo de investigador me ha hecho más desconfiado de lo común, es que uno ve
tanta miseria en la gente en mi trabajo, que es difícil ver el mundo de un modo
normal y si sumamos que mi instinto es prácticamente infalible, me resulta
imposible no prestarle atención a los mensajes que percibo de mis sensaciones.
De todos modos decidí distenderme y disfrutar de lo que quedaba del viaje, es
agradable dejar de pensar en todo, pero solo lo logro cuando no estoy
trabajando y nunca por completo.
Las sombras comenzaron a ganar
terreno y pronto nos envolvió la oscuridad. El yate lucia sus luces sin dejar
de ser un punto minúsculo en la inmensidad del océano Atlántico. Debo reconocer
que sentí mi pequeñez, que toda la vanidad, el lujo y el poder que creíamos
tener eran insignificantes ante tanta majestuosidad, inmensa, indomable. Fui
extraído de mis pensamientos por el llamado en la puerta del camarote, era
Stella Maris que me informaba el horario de la cena.
—Sr. Relats, la cena es a la 21
hs. en el salón comedor.
—Gracias Stella.
Miré mi reloj y eran la 20,30
hs., me di una ducha y fui al comedor. Estaban todos dispuestos como la primera
cena, la única diferencia es que también estaba el Capitán Littmann, a quien no
le conocía la voz aun.
—Bienvenido Javier —dijo
Frad sonriente.
Miré mi reloj y eran las 21,10
hs. y pensé que repulsivamente obedientes eran todos a los pedidos de Frad, con
excepción de Aschero, quien creo no lo hacía por irreverente, era más bien por
despistado e informal.
—Gracias Frad —respondí
con sonrisa irónica—. Que agrado que nos acompañe el Capitán Littmann a
cenar.
—No se ilusione demasiado —me
respondió Frad—. El segundo capitán, le recuerdo —sonrió—. No acostumbra a
hablar, en realidad no habla muy bien nuestro idioma, aunque entiende bastante
bien. Nosotros lo llamamos Juan Carlos, pero en verdad es la traducción, el se
llama Johann Karl y evidentemente es alemán.
—Ahora entiendo porque no conocía
el tono de su voz —sonreí.
—Bueno, les informo que a la
madrugada iniciaremos el retorno a Bs. As., espero que el retorno sea tan
agradable como lo ha sido todo hasta ahora. Jose Luis, si no está cansado, me
gustaría ajustar algunos detalles con Ud.
—Por supuesto Sr. Medici, no
tengo inconveniente.
Ambos se retiraron y me quedé pensando que era
la primera vez que Frad lo llamaba por el nombre al doctor. No es que esto sea
extraño en Frad, pero a mí me llamo Javier desde un principio y esto me daba
dos posibilidades, una es que le costó más con el doctor y mantuvo cierta
distancia o la otra es que nunca hubo esa distancia y solo la aparentaba. Hay
veces que me molesta estar pendiente de esos detalles, pero suelen serme útiles
finalmente.
Acá
se produce una bifurcación, si continúan tendrán una historia y también pueden
saltar a la segunda versión que sigue después del final de la primera y es
totalmente distinta.
Quinta parte: “Naufragio y retorno”
Luego de cenar todos se retiraron
a sus camarotes, creo que después de un día completo en un yate estábamos todos
bastante cansados, por lo que yo hice lo mismo. A las 3 de la mañana me pareció
escuchar un ruido lejano, como el de un motor pequeño, en ese momento me
percaté que me había tirado en la cama sin siquiera desvestirme, pero antes de
hacerlo quise tomar un poco del buen whisky de Frad, me incorporé y fui al bar.
Acababa de servirme cuando sentí una terrible explosión que me dejo aturdido,
parecía que el yate había saltado del agua, inmediatamente comenzó a
inclinarse. Me desplacé desesperado, atravesando el salón, como pude hacia la
popa y comprobé que el yate se estaba hundiendo, sin reflexionar me arrojé al
agua y caí justo al lado de la moto de agua que había dejado Carlos, estaba
siendo arrastrada por el yate, pero pude desengancharla y subirme,
instintivamente la puse en marcha, creo que temía que al hundirse el yate me
chupara hacia el fondo, ni bien me alejé unos metros giré para ver el yate y
este desaparecía en el océano. No puedo explicar lo que sentí en ese momento,
no podía creer lo que estaba viviendo, en solo unos segundos todo había
terminado, el yate ya no existía, busqué con mi vista en todas direcciones,
tenía la esperanza que surgieran las personas, que alguien pudiera haber
saltado a tiempo, pero luego de unos minutos comprendí que estaba solo, que era
imposible que estando dormidos hubiesen podido escapar, fue tan rápido y
entonces empecé a razonar que podía haber sucedido. Mis conocimientos de
embarcaciones son nulos, pero se me hacía difícil entender que un accidente
podía hundir un yate de este tamaño tan velozmente y recordé el ruido que creí
escuchar, el de un motor pequeño y lejano. Todavía no podía pensar con
claridad, pero algo me olía muy feo, siniestro, pero mi preocupación ahora era
como sobrevivir, que hacer y realmente no tenía idea alguna.
No recuerdo cuanto tiempo estuve
recostado en la moto, como esperando que algo salga a flote, pero nada, el mar
se había tragado todo, el cansancio me dominó y me quedé dormido. Con el
amanecer desperté y comencé a evaluar mi situación, primero comprobé que el tanque
de combustible estaba lleno pero desconocía la autonomía de este vehículo,
calculé que podría recorrer uno 150 Km., pero el inconveniente es que no tenía
idea hacia dónde dirigirme. Basándome en la salida sol sabía que tenía que
dirigirme en sentido contrario, pero era muy impreciso y temía gastar
inútilmente el combustible, además por los cálculos que saqué (el yate tardó
unas 13 hs en llegar a altamar a un promedio de 15 o 16 Kn, eran unas
aproximadas 200 millas, la distancia que limita la altamar, es decir 370 Km)
quedaría a 200 Km de la costa, una distancia muy grande, estaría casi en la
misma situación que aquí. Por todo esto decidí esperar una oportunidad, poder
divisar algún barco y gracias a la velocidad de la moto poder alcanzarlo.
Durante el primer día no pude ver nada más que agua, reconozco que estuve
tentado en más de una oportunidad de arrancar la moto y acelerar rumbo oeste,
pero la lógica me detenía y me hacía esperar una verdadera oportunidad. Volvió
la noche y mi hambre no era tan grande como mi sed, llegué a ingerir algo de
agua salada, apenas un sorbo y pensaba que ironía morir de sed sobre tanta
agua, trataba de mantenerme alerta, me zambullía cada tanto para refrescarme,
pero trataba de moverme lo menos posible para no agotar mis energías. El
segundo día ya me parecía una eternidad, pensaba cualquier cosa para mantener
mi mente ocupada, en un momento se me ocurrió que dicen que el alcohol te mata
y en verdad a mí me había salvado la vida, ya que si no hubiese ido a servirme
un whisky, lo más probable es que estaría en el fondo del océano como los
demás. No puedo dejar de pensar en toda esa gente, pero quien más me dolía era
Stella Maris, era joven y parecía muy buena, un pecado, esto me ayudaba a
mantener mis esperanzas, ya que por alguna razón estaba vivo aún, aunque no soy
creyente, me convencía que el destino no quería que muriese todavía. También
pensé una tontería, me lamenté de no tener mi celular para poder llamar a
alguien y que me rescaten, luego me di cuenta que con el yate hundido y sin su
antena, sería poco probable que lograra comunicarme por falta de señal.
Ya empezaba a oscurecer cuan
sucedió el “milagro”, luego sabría que no fue tan milagroso ya que me
encontraba en una zona de tránsito comercial. Divisé una pequeña mancha en el
horizonte, de dos centímetros, encendí la moto y aceleré hasta acercarme, era
un barco de carga gigantesco, lleno de contenedores con bandera China, no me
acerqué demasiado, preferí hacer
círculos cerca de la popa donde se encontraba la torre de mando, hasta que
escuche el sonido más hermoso que esperaba oír, la bocina del barco, la
hicieron sonar dos veces para indicarme que me habían visto. El barco se detuvo
y pude aproximarme más, desde la cubierta me indicaron donde arrimarme y me
arrojaron una escalera de cuerdas, cuando logré subir me miraban sonrientes y
sorprendidos, el problema es que eran todos chinos y no podía comunicarme,
rápidamente me trajeron agua y me la ofrecían en una cucharita, yo con mis
manos les indicaba el cielo y les mostraba dos dedos, creo que entendieron y me permitieron agarrar
la botella de agua, pero cuando quería tomar, estaba desesperado, me la sacaban
y con las manos me indicaban que despacio, que tomara de a poco y solo me dejaron
tomar unos tragos, con unos aparejos subieron la moto y el barco reinicio su
marcha. Tenía a seis chinos palmeándome y sonriendo a mí alrededor hasta que
apareció uno con un estetoscopio, supongo que para indicarme que era médico y
me llevó a la enfermería o por lo menos un camarote que oficiaba de tal, en
pocos minutos llego un oficial que me pregunto en perfecto español.
— ¿Puede hablar conmigo señor?
Qué alegría sentí al escuchar mi
idioma.
—Si, por supuesto, que bueno que
hable español.
—Soy el Capitán de este barco y
nos dirigimos a Argentina, ¿cómo es que está Ud. aquí en una moto?
—El yate en el que viajaba se
hundió y creo que soy el único sobreviviente, hace unas 40 o 45 hs.
aproximadamente —Miré al médico y curiosamente el estetoscopio era de marca Littmann.
— ¿Cuál es su nombre Sr. Y su
nacionalidad?
No sé bien por qué, pero en ese
momento se me ocurrió que debía mantenerme en el anonimato y como ya dije que
el destino no es una casualidad, según creo, respondí.
—Juan Carlos Littmann, era el
segundo capitán del yate, ya que el dueño se auto designo el Capitán y soy
argentino.
—Muy bien Sr. Littmann, tiene Ud.
bastante suerte, comprenderá que cuando lleguemos al puerto de Bs. As., tendré
que informar a las autoridades.
—Por supuesto, haga lo que
corresponde Capitán y muchas gracias.
—Bien, no se preocupe, el doctor
le dará alimento acorde considere adecuado, cualquier inconveniente estaré en
el puente.
—Gracias nuevamente.
El viaje hasta el puerto de Bs.
As. fue bastante más rápido que en el yate, en 4 hs. ya estábamos entrando en el
canal del Rio de la Plata, a unos 200 Km donde se hizo cargo del buque un
práctico de recalada y en 3 hs aproximadamente y a unos 40 Km subió un práctico
de puerto que dirigió el buque al Canal Norte. Cuando llegamos y luego de los
requisitos de rigor me trasladaron en una ambulancia a un hospital, de donde me
escapé ni bien pude, temía que descubrieran mi identidad verdadera, no quería
que se supiese que estaba vivo, prefería que pensaran que el sobreviviente era
Juan Carlos Littmann. En la calle me comuniqué con mi amigo Hugo.
—Hola, habla Javier.
—Javier!!! Qué alegría, no lo
puedo creer, ¿dónde estás?
—Pienso tomar un taxi y tardaré
unos 20 minutos en llegar a tu casa, espérame en la puerta porque no tengo un
centavo para pagar el taxi, luego te explico todo.
—Ok dale, te espero.
Cuando llegué me abrazó con
fuerza y lagrimeando.
—Loco no lo puedo creer, pensé
que estabas en el fondo del océano.
—Por poco no lo estoy, cuéntame
que sabes.
—Bueno, salió en todos los
noticieros, como habían rescatado a Medici, Paruolo y otro que no recuerdo, un
barco de carga que pasaba por donde se hundió el yate, estaban en un bote
inflable con un pequeño motor fuera de borda, pero solo estuvieron unas horas
ya que el barco que los rescató vio las bengalas alrededor de las 5 de la
mañana, dos horas después de que se hundió el yate, según contaron los
sobrevivientes.
—Muy conveniente tener bengalas
en un bote inflable —comenté sarcásticamente—.
Evidentemente tenían todo preparado. Mira yo me hice pasar por otro con las
autoridades y me escapé del hospital, por lo que no saben que estoy vivo y esa
es una ventaja que tengo que aprovechar para averiguar por qué mataron a estas
personas, inclusive a mí, que tenía que ver yo con todo esto.
Le conté todo lo sucedido en el
yate y por lo que pasé, no lo podía creer.
—Bueno podes quedarte acá, total
yo vivo solo con mamá, que la pobre ya ni sale de su cuarto, está muy viejita.
—Perfecto, ¿pudiste averiguar
algo de Paruolo?
—Si lógico, me había olvidado,
usa la PC, está en tu correo. Te lo había enviado esa misma madrugada, la del
accidente.
—Querido amigo, de lo único que
estoy seguro es de que no fue un accidente. Permiso, quiero saber que
averiguaste.
—Negrito no me pidas permiso,
hace de cuenta que estás en tu casa. No sabes lo contento que estoy, pensé que
habías muerto y que jamás iba a cobrar lo que me debes—ambos reímos.
Abrí mi correo y leí el informe:
“Informe del Dr. Paruolo. Nació en
Bs. As. en el año 1953, en el 77 se recibió de abogado en UBA. Trabajó en la
Cámara Nacional de Casación Penal como asistente de Alfredo Horacio Bisord, un juez de la dictadura bastante hdp, que renunció antes de enfrentar un juicio político por las persistentes demoras que registraban las causas por delitos de lesa humanidad. Defendió a varios militares de la dictadura hasta el año 2008. Es viudo desde el 2005.
Este dato es muy interesante, fue uno de los defensores en 1978 de Medici, en Santa Fe, cuando lo sospechaban de violación y homicidio, a pesar de ser muy joven y recién recibido”.
Que hijo de mil putas, lo conocía hacía 37 años a Frad y ni siquiera tiene esposa el desgraciado, pero no entiendo por qué involucrarme a mí, tengo que averiguar el por qué y ajustar cuentas con él y con Medici. El doctor cometió dos errores, uno el llevarme y el otro, suponer que no iba a sobrevivir.
Sexta parte: “La venganza”
Dejé pasar una semana para que se
relajen un poco y ver si aparecía algo en los noticieros sobre el sobreviviente
desaparecido, el supuesto Juan Carlos Littmann, pero nada, como me escapé
rápidamente, los medios ni se enteraron y la policía no debe haberse molestado
demasiado en “buscarme”, no tenía motivos importantes, ya que fue aceptada la
versión de los tres sobrevivientes y el caso fue tomado como un accidente,
nadie se estaba ocupando seriamente del asunto. Lo que no me sorprendió fue la
única noticia relacionada con el caso que ayer salió en los noticieros, en un
robo en su domicilio, fue asesinado Carlos de la Fuente. Decían los medios que
aparentemente era un robo al voleo, que ingresaron cuando entraba su auto en el
barrio de Almagro, dos delincuentes con fines de robarlo, le pegaron un tiro en
la cabeza, se llevaron varios artefactos y su auto. Las autoridades investigan
el caso pero por ahora no tienen pistas
de los delincuentes. Bueno parece que no quieren dejar cabos sueltos los
amigos, deben estar enloquecidos buscando a Littmann.
Me dediqué a mis objetivos,
primero el Dr. Paruolo. Lo seguí por tres días y pude comprobar que tenía
habitualidad en su conducta, todas las mañanas a las 6 casi en punto salía a
trotar por los bosques de Palermo, realizando siempre el mismo recorrido. Al
cuarto días lo esperé en el auto que Hugo me había prestado, cuando se aproximó
baje velozmente y le apunté con mi pistola Beretta M9 con silenciador, el
silenciador hace mucho más convincente a la pistola. En un principio el doctor
creyó que era un robo, pero cuando escuchó mi voz y sacó sus ojos del orificio
del silenciador, me reconoció.
—Relats!!!
— ¿Que tal doctor, sorprendido?
Suba rápido por favor.
El doctor estaba visiblemente
atemorizado, subió del lado del acompañante, luego subí yo, puse en marcha el
auto y manejé con una mano, mientras con la otra le apuntaba.
—Tenemos que charlar tranquilos
Doctor, por lo que haremos un viajecito a un lugar apropiado. Le ruego no haga
ninguna estupidez, odiaría tener que limpiar su sangre del auto —sonreí
maliciosamente.
Tomé Av. Del Libertador, Gral.
Paz y Panamericana, cerca de Pacheco me introdujé en un camino de tierra que me
conducía a un gran campo, al ingresar al campo y después de haberme alejado lo
suficiente del camino detuve el auto.
—Baje por favor doctor.
Caminamos unos pasos y lo obligué
a sentarse.
—Como se imaginará tengo varias
preguntas que hacer Dr. Paruolo, así que vayamos por partes, dijo Jack —reí
perversamente—. Primero cuénteme todo desde un principio y sin
mentirme, tengo buen olfato para las mentiras y me ponen de mal humor y creo
que no le conviene que me ponga de mal humor.
—Lo que sucedió fue algo planeado
por Medici hace un tiempo, me obligó a que fuera para contar con un testigo
creíble, iba a ser sospechoso si sobrevivía solo él con un empleado.
— ¿Por qué me llevó a mí?
—No tenía opción, lo conozco
Relats, sabía que Ud. iba a sospechar y se pondría a investigar, no podía
correr el riesgo. Comprenda que no fue nada personal, al contrario, yo lo
respeto y aprecio.
—Me respeta y aprecia, por eso
trató de matarme ¿Cuánto le pagó Medici? —dudo unos segundos.
—3
millones.
—3 millones!!! —grité
indignado.
—De dólares —agregó.
—Ah, ahora tiene otro color —sonreí—.
Creo tener una idea pero por favor cuénteme Ud. ¿Por qué cada muerto?
—Medici estaba cansado de
soportar a Ferry, lo tuvo que mantener toda la vida, desde un asunto de jóvenes.
—La violación seguida de muerte —le
dije.
—Ya sabía eso.
—Lo supe cuando estaba en el
yate, pero continúe.
—Bueno con Blason pasaba algo
parecido, ya era extorsionado el padre de Frad por el padre de Blason y sus
hijos heredaron respectivamente, uno el dinero y el otro la extorsión.
—Debe haberse enterado de algo
cuando vivió en Oliveros y lo supo aprovechar, ¿pero qué hay de la esposa y el
concuñado?
—Eso fue algo más personal, Frad
sabía de los amoríos de Aschero y María Eugenia, pero no quería hacer algo
porque también lo sabía la esposa de Aschero y supongo que toda la familia.
—Pero sabiendo esto, la familia
de M.E. no sospecha nada.
—Supongo que sí, pero como Frad
los “mantiene”, además de ser un enemigo muy peligroso, creo que prefieren creer
en el accidente.
—Entonces los demás fueron daños
colaterales, las esposas de Ova y Thierry, el Capitán, Gladys y la pobrecita de
Stella Maris.
—Si, no podía hacerse de otra
manera —me contesó como si fuese lógico.
— ¿Cómo volaron el barco?
—Los explosivos plásticos estaban
estratégicamente ubicados en la obra viva del yate, para que este se hundiera
lo más rápido posible, para evitar los sobrevivientes. Cuando todos dormían,
Carlos sacó un bote inflable, lo aprovisionó y cuando estábamos a una buena
distancia, Frad detonó por control remoto, fue tan rápido que no creímos
posible que alguien se salvara. Sabía-mos que pasaría un barco por esa zona a
las 5 A.M. y que era una ruta comercial, por eso las provisiones, por si algo
fallaba, las cuales tiramos ni bien supimos que el buque nos había visto.
—Recuerdo, yo no estaba
totalmente dormido y escuche el zumbido del motorcito.
— ¿Cómo se salvó Relats?
—Tuve ganas de tomar un whisky y
con la explosión me arrojé por la popa. Para mi suerte estaba la moto de agua,
pero yo tuve que esperar dos días y sin provisiones hasta que me rescató un
buque.
—Debe reconocer que tuvo mucha
suerte Sr. Relats.
—Seguro, mucha más que los demás,
inclusive más que Carlos.
—Con eso no tengo nada que ver,
pero supongo que Frad no quiere que lo extorsionen más.
—Y Ud. doctor, ¿no temía por su
vida?, ya que a Frad no le gusta dejar cabos sueltos—le comenté irónico.
—Tengo un seguro contra Frad, si
me llegará a pasar algo raro, él tendría serios problemas, muy serios —en
ese instante se arrepintió de lo dicho—. Ud. podría lograr una buena
suma con Frad y yo le brindaría mi seguro, es más, le doy la mitad de lo que me
dio Frad, piénselo 1.5 millones de dólares. Mejor le doy los 3 millones pero
por favor no me mate.
—Lo siento doctor, pero estoy
interesado en saber cuál es su seguro —apunté y le disparé un tiro en la frente.
Tardaron dos días en descubrir el
cuerpo, todos los noticieros hablaban de un ajuste de cuentas (en eso no se
equivocaban), de un crimen mafioso, inventaban todo tipo de conclusiones pero
ninguna estaba cerca de la realidad. Lo más interesante fue que al cuarto día
detuvieron a Fernando Iglesias Medici, un juez ordenó su detención debido a una
documentación que anónimamente le hicieron llegar, aparentemente esta documentación
lo relacionaba a Medici con el contrabando de armas, narcotráfico, lavado de dinero
y con el homicidio de todas las personas en su yate. Parece que el doctor tenía
bien documentado todo y a alguien que velará por esa información, no tengo idea
de quién pudo ser, pero funcionó. Medici permanecería en la cárcel hasta el
juicio debido a la gravedad de los hechos y las pruebas en su contra, en el
ambiente se decía que estaba hasta las bolas y que muy difícilmente zafara de
perpetua. Yo por mi parte hice unos arreglos para que no la pasara muy bien en
prisión, todavía me quedaban algunos “contactos” para eso.
Pasaron 3 meses y le pedí a Hugo
que me arreglase las cosas para poder recuperar mi departamento y mis cosas. No
creo haber contado que a Hugo lo conocí cuando trabajaba en inteligencia, lo
investigaba por fraudes al estado y a varios bancos, cuando lo encontré y
descubrí su capacidad para lograr hacer posible lo imposible, decidí
protegerlo, me pareció un despropósito desperdiciar un talento así en la cárcel,
además era muy buen tipo y simpatizamos, hace 25 años que somos verdaderos
amigos.
—Hugo, ¿Qué te parece si
cambiamos mi identidad?
—Era hora, hace demasiado tiempo
que tienes esta, desde que dejaste la S.I.D.E., evidentemente te gustó jaja,
déjame que te fabrique otra.
—Ok. Ah, ¿averiguaste algo sobre
los 3 palos verdes del doctor?
—Gracia a que pude ingresar a su
PC por intermedio de tu contacto en la policía, los peritos son algo lentos,
sustraje la información y descubrí la cuenta,
fue una pavada, transferí el dinero a una cuenta de nuestro acceso y digo
nuestro!!!, se entiende no!!!
—Bueno, quédate con la mitad y
saldo todas mis cuentas contigo —le sonreí.
—Ok. Javi, che!, tu nueva
identidad prefiero que también se llame Javier, estoy demasiado acostumbrado ya
—ambos
reímos.
FIN DE LA PRIMER HISTORIA
Quinta parte, SEGUNDA HISTORIA:
“La
última noche”
Luego de cenar todos se retiraron
a sus camarotes, creo que después de un día completo en un yate estábamos todos
bastante cansados, por lo que yo hice lo mismo. Estaba tan cansado que me había
recostado en la cama sin desvestirme y de mala gana me levante para sacarme la
ropa, comprobé que el doctor no estaba en el camarote, esto me inquietó, eran
las 3 de la madrugada. Por tal motivo salí del camarote y comencé a buscarlo,
como primer lugar fui al puente, para ver si estaba con Medici, pero el puente
estaba desierto debido a que partíamos, tenía entendido a las 5 A.M. y el
Capitán Littmann, supongo estaba aprovechando para dormir algo antes de hacerse
cargo del yate en su regreso. Al salir del puente decidí continuar de arriba
hacia abajo, por lo que subí a la cubierta de la toldilla, el doctor estaba
sentado en una de las sillas del solárium del jacuzzi, me acerqué. Cuando
estaba en las espaldas del doctor pude divisar un cuerpo dentro del jacuzzi,
aunque estaba de espaldas, supe por sus ropas que era Medici, el agua estaba
teñida de rojo. Salte dentro al agua y giré el cuerpo, la escena era dantesca,
todo su pecho estaba apuñalado, inclusive su rostro, no me detuve a contar las
puñaladas pero calculé aproximadamente veinte, me di vuelta y observé a Paruolo.
El doctor permanecía inmóvil, paralizado no sé si por espanto o confusión, al
mirarlo mejor veo que su vestimenta estaba mojada y ensangrentada, le pregunté
qué había sucedido.
— ¿Puede explicarme esto doctor?
—traté
de hablar lo más calmo posible.
—No creo que pueda Sr. Relats —me
dijo pausadamente.
—Haga el intento, por favor.
—Estábamos en el puente, hará una
hora y media o dos, no sé con precisión, cuando me dijo que bajaba unos minutos
y que lo esperara. Cuando pasó un tiempo y no volvía salí a buscarlo, recorrí
todo el yate y finalmente lo encontré así como Ud. lo ve e hice lo mismo que
Ud. Relats. Luego me senté aquí y traté de pensar que hacer, como actuar, como
abogado sé que mi posición no es la más cómoda y aun no lo he resuelto.
—Perdóneme pero no entiendo, ¿por
qué su posición no es la más cómoda?
—Querido Relats, soy la última
persona con quien estuvo Medici, estoy mojado y ensangrentado.
—Doctor yo también estoy igual
que usted.
—Pero Ud. tiene un testigo, Sr.
Relats, yo, en cambio yo no tengo a nadie.
—Esperé unos segundos doctor, no
se mueva, ya regreso.
Mi primer instinto fue asegurarme
de no ser yo la próxima víctima, por lo que fui corriendo a mi camarote para
agarrar mi pistola, una Beretta M9 que siempre llevaba conmigo, regresé inmediatamente
con el doctor.
—Ahora estoy más tranquilo —le
comenté irónicamente—. Si Ud. no es el asesino, seguramente alguien del
pasaje lo es, por lo tanto prefiero estar preparado para cualquier
eventualidad. Bueno doctor, le pido que
no se mueva de su lugar, quiero revisar la escena. Aguarde un momento.
Fui hasta el puente en búsqueda
de una linterna y por suerte había un par en un cajón, regresé con el doctor.
Con la linterna me puse a inspeccionar los alrededores del jacuzzi.
—Veamos doctor, si bien el cuerpo
está dentro del jacuzzi, no fue allí donde lo atacaron, hay manchas de sangre a
dos metros y por su ubicación me dicen que fue aquí —le marco una posición al doctor—.
Donde fue atacado en primer lugar y por la cantidad de sangre supongo que
siguió siendo atacado dentro del jacuzzi, voy a revisar mejor el cuerpo.
Me introduje nuevamente en el
agua del jacuzzi y observé el cuerpo de Medici. Al quitarle la camisa pude
apreciar una puñalada profunda en el corazón, era la más grande de todas las
que puede ver. Evidentemente fue producida por un objeto similar a una cuchilla
grande, por el largo y angosto de la herida y realizada por alguien bastante
fuerte, que además, si no fue casualidad, daba la impresión de que sabía bien
lo que hacía. Luego observé que el resto de las puñaladas eran irregulares, de
diversos tamaños y hasta en lugares que no eran vitales, esto me confundió en
principio.
—Mire doctor, creo que lo más
oportuno es que nos reunamos todos y digo absolutamente todos en el salón de la
primer cubierta, así que por favor cámbiese de ropas y comience a llamar a todo
el mundo, yo también iré a cambiarme.
Bajamos a nuestro camarote, hice
que el doctor se cambiara primero y mientras yo me daba una ducha, detesto el
olor a sangre, que él fuera llamando a todos los del yate. Para cuando termine
de bañarme y vestirme, el doctor volvió y me dijo que ya todos estaban
esperando. Como el salón estaba cerca de nuestro camarote, ya había escuchado
algunas voces que susurraban en el salón.
—Perfecto querido doctor, gracias
por ser tan solícito —sonreí y el doctor me miró desconcertado.
Cuando entramos al salón todos
estaban expectantes de mí, me prestaban toda su atención y algo sorprendidos al
verme entrar sonriendo.
—Buenas noches a todos, sepan
disculpar la molestia, pero supongo que el doctor le adelanto el motivo de esta
reunión.
Todos aparentaban una cierta
calma y mi actuación los sorprendió más que el mismo homicidio. Cuando estaban
todos dispuestos de la forma que les pedí se acomodaran, me senté en un extremo
y saqué mi pistola apoyándola sobre mi pierna.
—Que hace con esa arma, que es
esto —protesto Ferry y se incorporó de su asiento.
—Por favor siéntese Ova —le
indique con mi arma apuntándolo—. Y quiero que todos hagan lo mismo,
que se queden muy quietos es sus lugares —Tenía a los once sentados en los sillones
blancos—. Seré directo, creo saber que sucedió en este yate y quien es
el homicida, pero tengo que asegurarme, por lo cual les haré unas preguntas a
todos y espero sean honestos en sus respuestas, solo como dato informativo les
comento que antes de ser un investigador privado, trabaje varios años para los
servicios de inteligencia y mi especialidad eran los interrogatorios, por mi
habilidad en detectar cuando alguien me está mintiendo, Bueno sabiendo esto
comenzaré con Ud. Don Osvaldo Ferry, ya que fue quien primero habló, solo por
eso —volví
a sonreír—¿Dígame por qué no tengo que pensar que fue Ud. quien lo
asesino a Medici?
—Simplemente porque no fui yo,
¿por qué otra cosa debía ser?
En ese instante Blason
interrumpió.
—Me parece absurdo esto, yo… —lo
detuve de inmediato—Nadie le pregunto a Ud. Sr. Blason así que cállese
y esto va para todos, solo hablarán cuando yo les pregunte, mientras tanto se
quedan quietitos y en silencio, espero no tener que repetirlo, suelo
fastidiarme con facilidad —reconozco que me brindaba cierto placer la
situación—. Sr. Ferry, Ud. tiene sobrados motivos para haberlo matado,
podría comenzar por lo de la violación y homicidio que cometió Medici en
Oliveros y para zafar lo arrastro a Ud. para desorientar la investigación
ensuciándolo de por vida. Si bien Ud. se cobró luego siendo testaferro de
varias de sus empresas, la venta de las mismas lo dejaron solo con Transcarg,
pero no podía evitar los negocios sucios que Medici realizaba con la empresa,
además supo que la pensaba vender y dejarlo sin nada. ¿O me equivoco, Ova?
—Bien, pasemos a Ud. Sr. Blason.
— ¿Me piensa hacer la misma
estúpida pregunta? —me dijo con postura soberbia.
—Por el momento no tengo una más
interesante.
—No pienso entrar en su juego.
—Bien entonces tendré que
especular, permítame adivinar. Ud. está en la misma situación de Ferry pero con
un agravante, no solo se quedaría sin Telenort, ya que Medici pensaba también
venderla, sino que además Medici se cansó de ser extorsionado primero por su
padre y después por Ud., por lo cual lo debe haber amenazado de muerte y para
que entienda que hablaba en serio, hizo algo que le gustaba hacer, violó a su
esposa.
En ese momento Thierry miro a su esposa como
no comprendiendo como yo sabía todo esto y ella agacho la cabeza avergonzada.
—Lamento no tener tacto Sra.
Mussa, pero comprenda que la situación me obliga, pero le aseguro que al final
de esta “conversación”, su vergüenza será menor.
—No crea que me he olvidado de Ud.
Sra. Elva Duarte, pero su caso me es menos importante, supongo que en 15 años
acumuló el odio suficiente hacia Medici, para tener motivos suficientes para
asesinarlo. Sigamos con Ud. Sr. María Eugenia Fernández Vallido, ¿quiere hablar
Ud. o prefiere que yo adivine?
—Prefiero hacerlo, yo —se
dispuso a hablar—. Todos saben que detestaba a Frad, siempre supe quien
era, pero tenía que soportarlo por mi familia, cosa que mi hermana nunca me
perdonó, no podía aceptar que arruinase mi vida. Pero eso no me hace la
homicida.
—Ni la hace, ni la deja de hacer
Sra. —acoté irónicamente—. Vayamos entonces al Sr. Ricardo Aschero,
¿nos quiere decir algo?
—No estoy interesado en hablar,
no tiene nada en mi contra.
—Bueno, ya estoy acostumbrado a
su silencio, pero podríamos decir que lo odiaba profundamente a Frad, no lo
pudo disimular lo suficiente para mí y si a esto agregamos que el dinero de
Medici pasaría a manos de M. E., esto es más que aceptable para Ud., muchos
dirían que es un motivo bastante alentador como para asesinar a Medici.
—Ud. no sabe nada con certeza,
está intentando sacar la verdad ante algún quiebre, pero conmigo no cuente.
—Tiene razón Sr. Aschero, espero
algún quiebre, pero no es todo le advierto. Muy bien sigamos pues, ¿qué me dice
Ud. Sr. Carlos de la Fuente?
El marino me miró con su
acostumbrada dureza y sonrió sínicamente.
—Yo no soy un nene de pecho como
estos payasos, también tengo entrenamiento y Ud. no me intimida.
—Seguro que tiene entrenamiento,
lo sé Sr. Carlos, pero también sé que se enroló en la marina a los 17 años, he
averiguado su pasado y mire Ud. qué casualidad, también es de Oliveros, cosa
que el Sr. Medici ignoraba supongo, de lo contrario no lo hubiese contratado
cuando Ud. se le ofreció “desinteresadamente”. Lo que me trae alguna sospecha
es que por casualidad Ud. conocía a la muchacha que fue víctima de Medici, es
más era su amiga en el pueblo o algo más que su amiga, por lo cual ya tenemos
un móvil para considerarlo otro sospechoso del homicidio. ¿Supongo estará de
acuerdo conmigo Sr. Carlos? Bueno solo me quedan cuatro y los dejé para el
final porque son los que me resultaron más difíciles de asociar con Medici,
comenzaré con las menos complicadas y son Stella Maris Y Gladys, déjenme
“adivinar”. Stella Maris es joven y hermosa, cosa que me hace pensar,
conociendo a Medici, que no le ha sido fácil trabajar con él, es más me
animaría a decir que ha sufrido mucho por ello, al punto de callar los abusos
de Frad ante su madre, ¿no es así Sra. Gladys?, pero que inevitablemente está a
sabido y sufrido también.
—Como lo supo —dijo
sorprendida Gladys.
—Porque a pesar de los años Ud.
señora se ve que fue una mujer muy bonita y noté inmediatamente el parecido con
Stella. Discúlpeme, pero mi trabajo es ser observador y no podía dejar de notar
la familiaridad entre Uds. Y para mí nada es casualidad. Bien ahora solo quedan
el Sr. Juan Carlos Pittmann y el doctor. Sr. Pittmann sería tan amable
explicarme en su mal castellano —no pude evitar reír.
—Hablo perfectamente el
castellano —dijo algo que yo imaginaba—. Pero el Sr. Medici no quería que
me hablase con los pasajeros.
—Supongo que es por las cosas que
Ud. ha podido ver en estos años en este yate y que seguramente no le generaron
mucha simpatía por Frad, como es lógico.
—Medici era un canalla, de lo
peor que se puede esperar, no le importaba nadie y gozaba con el sufrimiento de
los demás. Una total basura y puede anotarlo si quiere para considerarme el
principal sospechoso del homicidio.
—Gracias Sr. Littmann, pero no me
hace falta, como verán tengo una memoria bastante buena. Ahora solo me queda
Ud. Dr. Paruolo y confieso que es quien más me intriga y mi principal
sospechoso.
—Por lo que veo ha averiguado más
cosas de las que le pedí.
—Doctor es mi trabajo, no lo
olvide.
—Admito que es mejor investigador
que lo que yo creía y eso que lo tenía en alta consideración.
—Gracias doctor, es más ya que me
alienta le diré que también lo investigue a Ud., era algo que tenía pendiente y
descubrí que Ud. fue uno de los abogados defensores de Medici, cuando era muy
joven y muy prometedor. También supe que cuando logró el sobreseimiento de
Medici, este le admitió que era culpable y le agradeció los servicios
prestados, luego de ese caso Ud. decidió no trabajar más en lo penal y se
dedicó a lo civil. Lo que no entiendo fue por qué me trajo a mí a este viaje y
no me diga que necesitaba de mis servicios.
—Realmente los necesitaba y Ud.
me ha demostrado que no estaba equivocado. No sé si los demás han entendido
todo esto, lo que Ud. ha elaborado en este tiempo teniéndonos a todos a su
merced y que poco le ha costado hacerlo, pero prefiero que lo diga Ud. Sr.
Relats.
—No tengo inconveniente. Tengo
dos posibles versiones de lo que sucedió en este yate, la primera es que el Sr.
Carlos, por ser el mejor preparado para tal fin, enfrento al Sr. Medici y lo
apuñalo en el pecho, con la fuerza suficiente para romperle las costillas y
llegar al corazón, Medici estaba muerto cuando cayó en el jacuzzi, luego fueron
apareciendo todos Uds., no podría asegurar en qué orden y cada uno lo apuñalo a
placer, de allí que las heridas fueran tan distintas unas de otras y que el que
planeó este homicidio fue el Doctor Paruolo, pero con el consentimiento de
todos. Cada uno al apuñalarlo se comprometió con el caso haciéndose cómplice y
responsable del mismo, compartiendo la culpa. Por todo esto todos deberían ir a
prisión por muchos años. Y la otra posibilidad es que Medici, cuando todos
estaban dormidos y luego de beber varios coñac, resbaló y cayó al mar, sin que
nadie pudiera oír sus gritos de auxilio por su mala costumbre de dejar el audio
de la cabina muy alto, sin importarle el sueño de los demás. Es decir que
cuando amanezca y nos levantemos, descubriremos que Medici no está en el yate y
tendremos que dar aviso a Bs. As. para solicitar ayuda. ¿Alguien me podría
ayudar para definir cuál de las versiones es la correcta?
En ese instante todos me miraron
perplejos y poco a poco sus rostros se fueron distendiendo, el doctor Paruolo
me dio la respuesta.
—Yo creo poco probable que tantas
personas se pongan de acuerdo para asesinar a una y más cuando aparentemente
varias no tendrían motivos reales y además todos coinciden en las declaraciones
de una manera u otra.
—Entonces les recomiendo que
limpien el desastre que hicieron y con cloro, para que si encuentran sangre, no
se pueda definir de quien ni de que era, tienen bastante tiempo para hacerlo
bien. Sr. Carlos y Capitán Littmann, encárguense que el cuerpo no salga a flote
nunca más ya que lo van a buscar, pero el océano es demasiado grande y con las
corrientes, vaya a saber uno. Yo estoy algo cansado y sabrán disculpar que me
retire a mi camarote, buenas noches.
El Doctor me acompaño,
evidentemente quería decirme algo.
—Muchas gracias Relats, sabía que
iba a ser importante que Ud. viniese y considerase la situación.
—Mire doctor, no lo hago por Ud.
ni por varios de acá, pero hay dos o tres personas que no merecen ir a prisión
por una basura como Medici y al fin y al cabo, yo creo en una justicia
distinta, una que en realidad termine siendo justa. Buenas noches doctor. Ah,
por favor, no vaya a olvidar mis honorarios cuando estemos en Bs. As.
—Estoy seguro que los demás
también querrán contribuir para compensarle las molestias —dijo el doctor satisfecho.
Cuando me disponía a descansar,
recordé una frase que había dicho Medici y que se cumpliría a la perfección
respecto a esta incursión en altamar: “Espero sea algo que no olviden fácilmente”…
FIN