Por amor al amor.

Quizá pretenda crear un relato conmovedor, que despierte el interés y sentimientos en quien lo lea, pero es probable que todo quede en la intensión, una intensión de creer posible lograr tal cometido. No puedo decir que sea un cuento o una novela, por lo que la llamaré simplemente una historia, la historia del amor de un hombre que amó el amor. El amor que sentía este hombre no era el amor común o por lo menos el que todos pensamos en primera instancia, el amor marital o filial, tampoco era el amor por la vida misma, ni por la naturaleza, ni por la belleza. Su amor era hacia el amor mismo, amar el amar, sentir el placer del amor por sí mismo, la satisfacción de gozar del amor, sin importar el motivo de ese amor. Para él el amor estaba en todos lados, en cada partícula que lo rodeaba, sentía que tratar de encasillarlo en algo era empequeñecer su totalidad, su absoluta primacía sobre todas las cosas, entender el amor solo en determinadas circunstancias es no comprenderlo, es limitarlo mezquinamente a la imposibilidad de ver el todo, lo existente y lo inexistente. El amor no solo se aprecia en lo vulgar o excepcional, no es una condición ni un estado, tampoco es un deseo, el amor es una fuente incontrolable de constante cambio y evolución, de permanencia y de quietud, de totalidad sin objeto y de subjetividad indomable, sin razón o con toda ella, eso era el amor para ese hombre, quien todo lo amo sin ser jamás amado por alguien, pero amado por todo lo que amaba. Tanto amó todo que el todo se escapo de su pecho, lo superó el amor que no podía ser capturado en su solo ser y su ser, que fue lo último que amó, partió hacia un cosmos pleno de amor, sin que nadie supiese cuando o por que partió, dejando bañado el mundo de tan puro amor, que por tanto amor, nadie comprendió.


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