Escena: Un actor frente a un espejo. El “reflejo” puede ser otro actor detrás de un marco, imitando sus movimientos y expresiones.
[El actor se para frente al espejo, sonriendo con cierto orgullo.]
Actor:
¡Qué tal campeón, qué bien se te ve! (sonríe y se observa con detalle)
[La sonrisa se desvanece; se acerca un poco al espejo.]
Reflejo (con tono inquisitivo):
¿Bien, realmente te ves bien?
Actor:
Bueno, es indudable con lo que veo.
Reflejo (más firme):
¿Pero qué es lo que ves?
Actor (frunciendo el ceño):
Por favor, no preguntes estupideces, me veo a mí mismo.
Reflejo (con ligera ironía):
¿Estás seguro de verte a vos mismo?
Actor (con incredulidad):
Absolutamente, no tengo dudas de que lo que veo soy yo. ¿Cómo se te ocurre preguntarlo?
Reflejo (calmo, pero desafiante):
Tengo mis dudas y, honestamente, es la única explicación que encuentro.
Actor (frunciendo los labios):
¿Dudas, explicación? Discúlpame, pero no te entiendo.
Reflejo (encogiéndose de hombros):
Seguro, es más fácil no entender.
Actor (levantando las manos, exagerando la incredulidad):
¿De qué estás hablando? No hay nadie más aquí, solo yo parado frente a este espejo y –con tono burlón– salvo que me haya vuelto loco, vos sos mi reflejo, es decir, yo mismo.
Reflejo (con voz más grave):
Supongamos que es correcto lo que afirmas, ¿podés explicarme entonces por qué me mentís?
Actor (retrocediendo un paso):
¿Cómo que te miento?
Reflejo (mirándolo fijamente):
Sí, me mentís constantemente y no me parece razonable que lo hagas si estás tan seguro de que yo soy vos. ¿Qué sentido tiene mentirse a sí mismo?
Actor (exasperado, moviendo las manos):
Yo no me miento, es absurdo. ¿Cómo podría engañarme a mí mismo?
Reflejo (más intenso, caminando hacia el actor):
Absurdo es que lo hagas y ni siquiera tengas consciencia de ello.
Actor (dando un paso atrás, con incredulidad):
Pero no digas pavadas, jamás me he mentido, esto es estúpido.
Reflejo (con voz suave, casi paternal):
¿Comienzas a ponerte incómodo?
Actor (cruzando los brazos, tratando de mostrarse firme):
Incómodo yo, por favor, no hay razones.
Reflejo (aproximándose, señalando con un dedo):
¿Seguro que no las hay? Porque yo te podría recordar unas cuantas –hace comillas con los dedos– "razones".
Actor (rodando los ojos, con sarcasmo):
Tomátelas, estoy divagando; ahora mi reflejo me critica.
Reflejo (con tono irónico):
Bueno, si no te la bancas me hago el boludo como siempre y así seguimos, total el problema es tuyo.
Actor (mirando al piso, resignado):
Pará, pará, ¿qué es lo que no me banco?
Reflejo (intenso):
La verdad, eso es lo que no te bancas. Pero quédate tranquilo, le pasa a casi todos.
Actor (confundido, girando ligeramente la cabeza):
¿Qué verdad no me banco?
Reflejo (con pausa, como pesando las palabras):
La verdad, toda la verdad, la absoluta e insoportable verdad.
Actor (alzando la voz, angustiado):
¿De qué carajos estás hablando? Yo me manejo con la verdad, con mi verdad; todo el mundo puede ser hipócrita, pero yo no.
Reflejo (con tono de reproche):
Claro, claro, ¡con tu verdad!, esa que esconde tu hipocresía y todas tus otras miserias.
Actor (mirando hacia otro lado, cruzando los brazos):
Yo no escondo nada y mucho menos de mí mismo.
Reflejo (se acerca, baja la voz, casi un susurro):
Lamento contradecirte y te lo puedo demostrar…
(El reflejo continúa recordando episodios y errores del actor, con pausas para que el actor reaccione: gestos de vergüenza, incomodidad, ironía o negación.)
Actor (cansado, suspira y se aleja un poco del espejo):
Empiezo a reconocer algo… no es muy alentadora esta conversación para mi estima.
Reflejo (con tono conciliador):
De última, es preferible causar envidia a dar lástima en este mundo plagado de miserias.
Actor (sonríe, resignado):
Totalmente de acuerdo.
[En ese instante, se escucha una voz femenina desde afuera.]
Voz de mujer:
¿Ya estás listo para salir? ¿Por qué te demoras tanto?
Actor (girando hacia la voz, con una sonrisa de disculpa):
Sí, ya estoy listo, me distraje pensando boludeces. Sorry.