La tarde se desploma lentamente,
mutando las sombras en un manto;
la noche comienza su fiel marcha,
y los primeros brillos nacen en el cielo.
Luces de la calle inician su jornada,
y los insectos las rodean alborotados;
la distancia se pierde con la oscuridad,
ocultando al horizonte de la mirada.
El vuelo fugaz de los pensamientos
lo abarca todo en silencios pesados,
cuando la temprana calma lo invita
al trago amargo de sus recuerdos.
La traidora nostalgia burlona se mofa
de aquel que solo ruega en lamentos,
aferrado a su maldita fortuna y a una copa
que confunde sus penas abrumadoras.
El tiempo se corrompe en las horas,
desgastando al espíritu adormecido;
atrayendo a la tristeza conspiradora,
que pretende un breve final piadoso.
Teje la parca, tenaz y veloz, su telaraña,
y con sus garras profundas se arriza
a esa pobre, elegida, moribunda alma,
para robarle al sol quien mire el alba.
Una tenue luz despierta tímidamente,
y las sombras reviven de sus cenizas;
el rostro sin calor, volcado en la mesa,
es el fatal cierre a un anunciado final.