El sol permanecía aún dormido, cuando las nubes tramaban su perverso plan,
juntando ocultas sus fuerzas, en un cielo invisible por la oscuridad.
La sorpresa es su mejor estrategia, para lanzarse sobre el desprevenido "enemigo",
su ataque será feroz, impiadoso y como siempre, como en toda batalla,
habrá daños colaterales, tal vez no deseados, pero inevitables.
Por lo menos así lo pensó Matías, mientras observaba la tormenta que arreciaba.
La imaginación no alcanza para recrear la realidad que se va a padecer,
no hay experiencia que atenúe la desesperación, la angustia y la impotencia.
No hay enseñanza que ayude a soportar la tragedia, las pérdidas.
Cuando el agua comienza a inundarlo todo, invadiendo cada espacio,
hace que todo obtenga otro sentido, otro valor e importancia,
convirtiendo a esas fotos, que casi nunca miramos, en tesoros invaluables.
A pesar de su edad, Matías jamás había vivido algo así,
tanta furia constante representada con lágrimas de la naturaleza,
que parecían ser una advertencia, una amenaza y una demostración.
Tan rápido todo cambió, tan pronto comenzó a morir la esperanza,
cuando las improvisadas elevaciones ya no fueron suficientes,
para resguardar esas cosas que son indispensables por necesarias.
Cuando solo sobrevivir se vuelve el único objetivo,
cuando sentado en el techo de lo que fue tu hogar,
comprendes que todo está perdido, que ya nada será igual.
Matías toma la mano de Hilda, su compañera de toda la vida
y en sus ojos grises encuentra el amor, ese amor incondicional.
Las palabras no surgen, quedan ocultas en las miradas,
como decir que te amo, pensó Matías, en este momento,
viendo que el esfuerzo de sus vidas lo arrastra la corriente.
El paisaje se ha vuelto apocalíptico, irreal y casi absurdo,
solo techos escapan de un mar sucio, lleno de basura,
porque todo se ha transformado en basura, desechos,
los autos, los muebles, los electrodomésticos y todo,
todo lo que la furia del agua golpea y destruye.
El tiempo pierde su dimensión y se vuelve más lento,
es difícil pensar, duele demasiado, solo se puede mirar,
mirar sin ver, para perderse en una ilusión distante, utópica.
Solo ellos conocen, desgraciadamente, el dolor de la catástrofe,
porque es eso, una catástrofe, porque no se cortó la luz,
no se interrumpió el cable ni bajó el suministro de gas.
No, no sucedió solo eso, que en otro momento molestaba tanto,
sucedió todo eso y mucho más, todo junto y para colmo,
hay que agradecer estar vivos, porque no todos tuvieron esa suerte,
parece ilógico agradecer en la tragedia, resulta hasta insultante.
El tiempo se sigue desplazando en cámara lenta,
cuando la consciencia intenta retornar, hacerse dueña.
Ellos se abrazan con fuerza, esa fuerza que aún les queda
y que pretende superarlo todo, pero la realidad es brutal,
su golpe es casi letal, entonces, lloran sin vergüenza.
¿Dónde encontrar consuelo?, un lenitivo que mitigue el dolor,
que aplaque esa angustia que crece a cada instante de consciencia.
Matías le recuerda a Hilda que sus hijos están bien,
ellos partieron hace tiempo, buscando otro horizonte,
aquel que causó tristeza en su momento y que hoy es motivo de alivio.
Al pensar en sus hijos, se dan cuenta de que sus celulares se quedarán sin batería
y estarán, totalmente, desconectados, por lo que resuelven enviar un mensaje,
para informar a sus hijos que están bien, que no se preocupen por ellos.
Matías intenta distraer a Hilda, para sacarla por un instante de su angustia,
diciéndole que por suerte no están en invierno, sino morirían de frío:
"Ves, siempre se puede estar peor" y ríe, ríe y llora, llora y ríe.
Abrazados esperan, las mantas que los cubren están empapadas
y la lluvia no cesa, como si no estuviese conforme aún con el daño causado.
Los gritos y los llantos se mezclan creando un sonido melancólico,
propio de la desesperanza, de una tristeza profunda, vaga y sosegada.
En medio de la debacle, un episodio gracioso y conmovedor,
un bote se acerca a un balde que flota a la deriva y rescata a un gatito,
vaya a saber uno cómo llegó ahí y, por suerte, se mantuvo a flote.
Pronto serán la noticia, luego llegará la solidaridad que nunca alcanza,
algunos infames sacarán provecho y otros, seguro, darán hasta el alma,
pero... ya no es blanca Bahía.