En las sombras de la noche mi espíritu se regocija,
la oscuridad me brinda un apacible refugio,
y las almas de los durmientes que el descanso acobija
susurran sordas a mis oídos, aplacando mi odio.
Un temor profano intenta sumergirse en mí,
queriéndome arrastrar hacia los abismos que me aterran.
El agitar de las alas de mi Fénix me salva,
rescatándome del dolor que el día me encierra.
Las garras del sol laceran impiadosas mi piel,
sus rayos marcaron para siempre mi pobre mundo,
y en su luz brillante quedé ciego creyendo ser fiel,
viviendo un amor que yacía en el lecho moribundo.
Si la fiebre de mi ser estalla en mi cuerpo vencido,
quedará oculta en la penumbra mi vergüenza.
Soportaré la tortura hasta que haya nacido
la luz del alba que revela mi disimulada pobreza.
Por desear la claridad, amé las sombras de la noche,
y en ellas claudicaré con el primer destello de luz.
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