Sé humilde en la victoria más serena,
soberbio en la derrota más cruel y dura,
mejor la envidia amarga que la ternura
que inspira la lástima y doliente pena.
No escuches al necio, su voz envenena,
ni al bruto cedas mando ni estructura,
pues su torpeza siembra la amargura
y su desorden solo males ordena.
Alumbra con razón la noche oscura,
no dudes por ajena desconfianza,
que el sol renace tras la sombra impura.
No hay hombre que transforme la balanza,
ni mundo que sin hombres se asegure,
ni hombres sin un mundo en esperanza.
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