Hundiéndome en el abismo de tus ojos,
las alas de mi alma arden en el infierno
y un rumor como eco de murmullos lejanos,
acalla los ruegos perdidos de la inocencia.
Ríen las parcas sobre la pobre esperanza,
que por solitaria se pierde en el laberinto
y los fieles se prodigan en cantos vacíos,
tronando sus huesos de rodillas gastadas.
Desafiando al tiempo y a la razón sorda,
se humillan suponiendo una virtud piadosa
y lacerando sus espaldas reclaman oídos,
a quien por simple lógica nada responde.
Sobre las tumbas yacen los deseos puros,
las columnas huecas emergen de la nada
y en estrechos pasillos corren descalzos,
sobre las brasas ardientes de la ignorancia.
Se alzan pastores sobre el pobre rebaño,
que deambula perdido en penumbra.
En marcha temerosa transitan sus vidas,
regando caminos de absurdas alabanzas.
Ha de perecer la consciencia dormida,
refugiada en la cómoda conformidad.
Sin jamás cuestionar la locura establecida,
caminarán yertos hacia su destino final.
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