Mis frases 6


Probablemente solo llegue a realizar una mínima parte de lo que pretendo, eso me obliga a dedicarle mayor esfuerzo….

Generosidad es dar algo, cuando se tiene casi nada.

Honestidad es algo que todos tenemos, hasta que surge la posibilidad de librarnos de ella.

Las verdades que destruyen son innecesarias y las mentiras que construyen son indispensables…

Que triste es comprobar que lo que uno pensó toda su vida es, absolutamente, cierto, cuando lo que se pensó fue que lo más, desproporcionadamente, abundante, eran la mediocridad y la hipocresía...

Prefiero el conocimiento a la creencia, ya que lo primero expande mi horizonte y lo segundo me mantendría distraído...

La fantasía es hermosa, porque nos vemos a nosotros mismos, como nos gustaría que fuéramos...

Monólogo: "Diálogo con el espejo"




Escena: Un actor frente a un espejo. El “reflejo” puede ser otro actor detrás de un marco, imitando sus movimientos y expresiones.

[El actor se para frente al espejo, sonriendo con cierto orgullo.]

Actor:
¡Qué tal campeón, qué bien se te ve! (sonríe y se observa con detalle)

[La sonrisa se desvanece; se acerca un poco al espejo.]

Reflejo (con tono inquisitivo):
¿Bien, realmente te ves bien?

Actor:
Bueno, es indudable con lo que veo.

Reflejo (más firme):
¿Pero qué es lo que ves?

Actor (frunciendo el ceño):
Por favor, no preguntes estupideces, me veo a mí mismo.

Reflejo (con ligera ironía):
¿Estás seguro de verte a vos mismo?

Actor (con incredulidad):
Absolutamente, no tengo dudas de que lo que veo soy yo. ¿Cómo se te ocurre preguntarlo?

Reflejo (calmo, pero desafiante):
Tengo mis dudas y, honestamente, es la única explicación que encuentro.

Actor (frunciendo los labios):
¿Dudas, explicación? Discúlpame, pero no te entiendo.

Reflejo (encogiéndose de hombros):
Seguro, es más fácil no entender.

Actor (levantando las manos, exagerando la incredulidad):
¿De qué estás hablando? No hay nadie más aquí, solo yo parado frente a este espejo y –con tono burlón– salvo que me haya vuelto loco, vos sos mi reflejo, es decir, yo mismo.

Reflejo (con voz más grave):
Supongamos que es correcto lo que afirmas, ¿podés explicarme entonces por qué me mentís?

Actor (retrocediendo un paso):
¿Cómo que te miento?

Reflejo (mirándolo fijamente):
Sí, me mentís constantemente y no me parece razonable que lo hagas si estás tan seguro de que yo soy vos. ¿Qué sentido tiene mentirse a sí mismo?

Actor (exasperado, moviendo las manos):
Yo no me miento, es absurdo. ¿Cómo podría engañarme a mí mismo?

Reflejo (más intenso, caminando hacia el actor):
Absurdo es que lo hagas y ni siquiera tengas consciencia de ello.

Actor (dando un paso atrás, con incredulidad):
Pero no digas pavadas, jamás me he mentido, esto es estúpido.

Reflejo (con voz suave, casi paternal):
¿Comienzas a ponerte incómodo?

Actor (cruzando los brazos, tratando de mostrarse firme):
Incómodo yo, por favor, no hay razones.

Reflejo (aproximándose, señalando con un dedo):
¿Seguro que no las hay? Porque yo te podría recordar unas cuantas –hace comillas con los dedos– "razones".

Actor (rodando los ojos, con sarcasmo):
Tomátelas, estoy divagando; ahora mi reflejo me critica.

Reflejo (con tono irónico):
Bueno, si no te la bancas me hago el boludo como siempre y así seguimos, total el problema es tuyo.

Actor (mirando al piso, resignado):
Pará, pará, ¿qué es lo que no me banco?

Reflejo (intenso):
La verdad, eso es lo que no te bancas. Pero quédate tranquilo, le pasa a casi todos.

Actor (confundido, girando ligeramente la cabeza):
¿Qué verdad no me banco?

Reflejo (con pausa, como pesando las palabras):
La verdad, toda la verdad, la absoluta e insoportable verdad.

Actor (alzando la voz, angustiado):
¿De qué carajos estás hablando? Yo me manejo con la verdad, con mi verdad; todo el mundo puede ser hipócrita, pero yo no.

Reflejo (con tono de reproche):
Claro, claro, ¡con tu verdad!, esa que esconde tu hipocresía y todas tus otras miserias.

Actor (mirando hacia otro lado, cruzando los brazos):
Yo no escondo nada y mucho menos de mí mismo.

Reflejo (se acerca, baja la voz, casi un susurro):
Lamento contradecirte y te lo puedo demostrar…

(El reflejo continúa recordando episodios y errores del actor, con pausas para que el actor reaccione: gestos de vergüenza, incomodidad, ironía o negación.)

Actor (cansado, suspira y se aleja un poco del espejo):
Empiezo a reconocer algo… no es muy alentadora esta conversación para mi estima.

Reflejo (con tono conciliador):
De última, es preferible causar envidia a dar lástima en este mundo plagado de miserias.

Actor (sonríe, resignado):
Totalmente de acuerdo.

[En ese instante, se escucha una voz femenina desde afuera.]

Voz de mujer:
¿Ya estás listo para salir? ¿Por qué te demoras tanto?

Actor (girando hacia la voz, con una sonrisa de disculpa):
Sí, ya estoy listo, me distraje pensando boludeces. Sorry.





Poema: New York City



Te deseo más que a un amor imposible,
me sueño en tus calles de mil colores,
deslumbrado por tus luces y tus voces,
estremece mi alma tan solo tu nombre.

La más bella dama que altiva se erige,
alberga en su llama todos los corazones
y en la tierra bañada por puras aguas,
palpita la vida en el latir de sus almas.

Te ofrezco mi amor incondicional y eterno,
por tan solo un instante respirar tu cuerpo
y poder guardar en mi ser toda tu belleza,
opacando a otras que envidian tu grandeza.

Poco o nada importa vivir en mundo lejano,
si puedo imaginarte aferrada por mis brazos,
poco o nada importa morir en este deseo,
si has de darme luz en el último de mis vuelos

Si en honor a un duque te dieron tu gracia,
si por nueva quisieron renacer en América,
tú eres la gran reina entre todas las reinas,
New York City, déjame soñarte desde mi celda.






Patéticos



Formar parte del colectivo cotidiano genera un fastidio profundo, que intenta rebelarse en furia incontenible, pero es siempre aplacado por el temor. Las pequeñas dosis de absurdo que debemos beber periódicamente nos envenenan lenta pero inexorablemente, y el alma se apaga en lamentos silenciosos, aquellos que nadie oye y que preferimos que así sea, que mueran en el anonimato de la mudez, del permanente espanto de los juicios ajenos y, sobre todo, del propio: de la desnudez que obliga, expone y fragiliza.

Obligados a crear muros que nos protejan, nos separamos de la realidad, nos evadimos y engañamos, nos justificamos con mentiras piadosas y, finalmente, caemos en un abismo tras recorrer un oscuro laberinto creado para encerrarnos, silenciarnos, someternos, aprisionarnos en esperanzas utópicas, en sueños deseados pero tan distantes, tan irreales, que no llegan siquiera a confundirnos ni a conformarnos. Aun así, los aceptamos como única opción, porque, al fin, estamos protegidos de nuestras miserias, de nosotros mismos.

Cada día el abismo se hace más profundo y oscuro; la decepción lo agiganta, y la depresión lo convierte en infinito. Entonces debemos volver a engañarnos, con mayor astucia y mejores argumentos, aunque sabemos que no funcionará, que no podremos escapar, que jamás saldremos ilesos, y que las heridas terminarán consumiendo al ser dócil, domesticado… patético.



Poema: "Mi segunda casa"





Miro el piso y lo reconozco, viejo y gastado,
sus asientos me cuentan años de usos,
y a la mesa húmeda por el trapo recién pasado
reparo su desbalance con un papel doblado.

La hosquedad gallega del eterno mozo,
el bullicio ahogado de repetidos clientes,
y el ventanal que jamás cede a mi antojo,
con la sensación de un tiempo detenido, latente.

Los ojos que de soslayo curiosos me observan,
las palabras que se pierden de bocas ajenas,
y en mi soledad compartida en la cercanía,
reservo el vacío de la única silla contrapuesta.

Me pregunto el porqué de mis visitas diarias,
fundiéndome con deseados aromas familiares,
y la respuesta surge rotunda desde mis entrañas:
porque, sin ser mi hogar, es mi segunda casa.