Me sumerjo en la soledad de la noche y con paciencia espero,
traicioneros duendes delatan, dolorosos olvidos inciertos.
Ningún tiempo extingue la llama, que maduró un brote de fuego,
encendido en cuerpo y alma, nació de un amor verdadero.
Dueña del pasado la nostalgia, placentera, irónica y cruel,
los miedos el futuro agobian, en repetidos temores de ayer.
Colmado de terror el gozo, aburrida de excusas la vida,
cercos que cautivan el odio y en la misma celda, la dicha.
1986
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